viernes, 30 de septiembre de 2016

Documento histórico: Carta abierta de Julio César Fernández a Batista

Estudiantes de 4to de Periodismo!
Este documento, ahora que están reportando la Constituyente de 1940 lo
acaban de publicar en cubaposible.com (el enlace completo es:
http://cubaposible.com/carta-abierta-al-coronel-fulgencio-batista-zaldivar/)
Se los dejo solo para que puedan apreciar las complejidades del
momento histórico. ¡También espero sus comentarios!

Introducción a cargo de Walter Espronceda Govantes

En 1940, a propósito de la investidura democrática de Fulgencio
Batista, el ciudadano Julio César Fernández decidió enviarle al
Coronel golpista de 1933 una carta abierta titulada Yo acuso a
Batista. De inmediato, la misiva fue publicada por la Colección
"Construyendo a Cuba" con el título escogido por el autor y con el
subtítulo Estudio psicosociológco de un hombre y una época. El texto
que presenta esta sección constituye una especie de prólogo a cargo
del propio Julio César Fernández, quien exhibe el apreciable caudal
cívico legado por la tradición honorable del siglo XIX cubano, y del
cual siempre careció el caudillo inconstitucional y doblemente
golpista que tanto influyó en la sociedad política nacional entre 1933
y 1958.

————–

Carta abierta al coronel Fulgencio Batista y Zaldívar

Por Julio César Fernández

Mi antiguo camarada:

Creo que soy de los pocos que aún te pueden llamar así. La asombrosa
facilidad con que sobornaste a tantos hombres y con que doblegaste aun
a altos mandatarios de la nación, no me ha alcanzado a mí. Tengo la
satisfacción y el orgullo de poder decir en voz alta que no he sido
nunca subordinado tuyo. No me ha tentado jamás a través de tus seis
años de intromisión y dominio en la política cubana, la oportunidad de
integrar ese zigzag con que has hecho subir y bajar a los hombres.
Unas veces de modo directo, otras a través de la administración
pública que por la coacción invadiste, has mantenido subordinados a
tus decisiones o sometidos a tu arbitrariedad a individuos que hoy no
tendrían la fuerza moral de tratarte de igual a igual. Aceptaron tus
dádivas o tu merced, callaron por necesidad, y se sometieron a tu
maquinaria trituradora de hombres. O bien se acercaron a ti mendigando
favores o simulando admiración por tu política anárquica. Esos no
podrían con fuerza moral, hablarte como yo te hablo.

Yo no he sido nunca subordinado tuyo. Te vi formarte y abrirte paso
bajo la bandera que enarbolamos el 4 de septiembre de 1933 y aunque
por derecho propio me hubieran correspondido responsabilidades y fácil
me hubiera sido mantenerlas junto a tu éxito triunfante, he tenido y
hoy lo afirmo con orgullo, la satisfacción de haberlas repudiado. Nada
te he pedido nunca, ni nada sé que me hubieras negado. No tengo en un
orden personal, reproche alguno que hacerte. Si tuviera que recordar
los días primeros y confusos de la revolución que compartimos juntos,
sin jerarquías aun establecidas y sin definiciones en los hombres,
guardaría de tu persona un recuerdo cordial y afectivo. Si nos
hubiéramos conocido, no bajo la enseña que quiso ser honesta y digna
de la revolución, sino en alguna de las incitantes aventuras con que
los hombres viven fuera de la ley en los arrabales de Chicago, acaso
fuera yo hoy de tus más entusiastas colaboradores. Bajo la consigna
revolucionaria no puede ser lo mismo. Las aventuras al margen de la
ley no pueden confundirse con las responsabilidades de la política.
Por eso deserté yo de la aventura de Septiembre, cuando la cuestión
política se convirtió en un caso de policía.

Por todo lo anterior quiero decirte que este libro no es un reflejo de
animadversión personal alguna, ni natural despecho en quien haya
ambicionado algo que no le hayan concedido. Jamás he querido nada de
ti. Jamás me ha tentado tu éxito pródigo y generoso para los
tránsfugas. Nada tengo que reprocharte en el orden personal. Pero sí,
en cambio, he hecho mía, apasionadamente mía, la cuestión pública de
alarmante alcance que constituye tu intromisión en la política cubana.
He esperado algún tiempo, creyendo que por natural inercia te
limitarías por ti mismo. Hoy, asomado a esta ocasión histórica de Cuba
en que reapareces investido de enorme peligrosidad, me apresuro a
hacerte justicia, emplazándote ante el país, con la sinceridad que
creo hacerlo y con la fuerza moral que me debe asistir. Ojalá consiga
sobre la indiferente sensibilidad, anquilosada por las impunes
reincidencias que ha tenido que presenciar, una actitud más enérgica y
viril que impida la consumación de tu triunfo.

La Habana, abril de 1940.

Julio César Fernández

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