viernes, 7 de octubre de 2016

La Segunda República (un forodebate on line con Julio C. Guanche)


¡Buenos días a todas y todos!

Aquí estamos, en el foro-debate anunciando sobre temas relacionados con el proceso de aprobación de la Constitución de 1940 y la nueva etapa que abrió, que hemos denominado Segunda República. Para responder las preguntas que han venido formulando las y los estudiantes de 4to Periodismo tenemos en línea al ensayista e investigador cubano Julio César Guanche, quien ha accedido a estar con nosotros esta mañana.

De manera especial ha servido de base para este foro-debate el texto La Constitución de 1940, una reinterpretación (link en el título), de este investigador.

Pasamos entonces a la sesión de preguntas y respuestas:

37 comentarios:

  1. Ya estamos con las preguntas, aquí la primera:
    ¿Cómo llega Julio C. Guanche al estudio de la Constitución de 1940 y todo la trama del antes, durante y después de la aprobación de la misma?

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    1. Mi primer interés no fue la Constitución, aunque estudié Derecho. Fue, más bien, el estudio del pensamiento de las izquierdas del periodo republicano. Usualmente, se le llama "decada crítica" a los 1920, y fue sin duda esencial, pero detenerme en los 1930 me trajo innumerables descubrimientos. Fue una época crucial a nivel global: crisis oligárquica, del liberalismo individualista, avance del facismo y el estalinismo, disputas por la democracia social, reelaboracion del nacionalismo, etc. Todo ello se vivió con gran intensidad en Cuba. La Constitución no pone fin al periodo, pero es un corte prudente para estudiarla como un "colofón" del período.

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  2. Y para seguir, una segunda pregunta:
    En el artículo de referencia, usted afirma que la Constitución de 1940 se ha leído en, al menos, dos claves: “representó el mayor proceso de consenso en Cuba republicana y resultó “burlada” por la carencia de legislación accesoria, que le otorgó escaso alcance normativo”. Y sabemos qué piensa de lo segundo, ¿Qué razones justificarían leerla en uno o en otro sentido?

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    1. Ambos contenidos son verdaderos, fue objeto de gran consenso, y fue luego burlada. A lo que me refiero es que es útil evitar las visiones que juzgan procesos "por lo que pasó después", porque así se pierden de vista las ideas, las prácticas y los actores que la hicieron posible, y se desdibujan los alcances que tuvo parea su contexto inmediato. Por ejemplo, casi nadie repara en un triunfo muy significativo que arrojó para su hora, y que fue calificado por Blas Roca, como "el mayor triunfo" de esa Constitución: algo tan concreto como prohibir los desahucios por dos años, un grave problema cubano, sobre todo con anterioridad a 1937. Me refiero a construir herramientas analíticas que permitan ver ese proceso en las coordenadas de su propio contexto, y así entender mejor qué representó en cuanto a avances y limites en su hora. Uno de los caminos para hacerlo es atender a las críticas que esa Constitución recibió. Una parte importante de las “clases vivas” deploraron la Constitución de 1940 en general. La apreciaron como un peligro muy real. El Diario de la Marina comentó que “por esta y otras desorbitaciones que ya hemos apuntado, no auguramos larga vida a esta Constituyente”. Luz, el diario del PRC-A, aseguró sobre la Convención: “Ya hoy terminarán sus faenas. Han acabado con la Constitución y si siguen acaban con la República”. “Esta Constitución —decía Pepín Rivero— es el final esplendoroso de un período de aplebeyamiento de las ideas”. Mujal juzgaba que “…estamos frente a un Estado que acaba de dar una Moratoria Hipotecaria, con todos los avances sociales; casi pudiera decirse que está ya en el límite de socializar la propiedad.” Ferrara calificó a la Constitución de “totalitaria”. Guas Inclán aseguró que había hecho “sucumbir” la “Constitución individualista de 1901” ante el influjo de un “visible movimiento socialista, que se ha venido poniendo en ejecución.”

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  3. Hola a todos, en especial a Dayron y a Guanche. Me parece que el tema a debate resulta muy interesante. Plantear la existencia de una Segunda República abre espacios para la discusión. Nos lleva, ante todo, a indagar en torno a las esencias de la república burguesa. Surgen así disímiles preguntas. De ellas escojo 2: ¿cuánto cambió la estructura del país tras el turning point que representó la Rev del 30? ¿qué fundamentos de la república de los generales y doctores persistieron en la Cuba posterior a Machado? En fin, veo muchas aristas que permiten afirmar la conformación de un nuevo entramado político pero, al mismo tiempo, otros muchos aspectos que llevan a pensar que buena parte de los cambios no modificaron esencialmente el status quo. Por demás, esta polémica no es privativa de Cuba. En buena medida tuvo expresión en toda Latinoamérica. Recomiendo, en especial para los estudiantes, el libro “El desarrollo del capitalismo en América Latina” de Agustín Cueva, en especial los capítulos dedicados a la quiebra del Estado oligárquico. Un saludo
    Fabio

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    1. Hola Fabio, un gusto saludarte por aquí.
      En efecto, el debate sobre la “segunda república” abre espacios para la discusión.
      Para mí, se trata solo de una distinción metedológica, no una conceptualización que sea un fin en sí misma. Contribuye a visibilizar la magnitud de los cambios experimentados en el sistema politico, la economía, la sociedad, la cultura, la demografía, entre otras cuestiones, respecto a la “primera republica”, la oligárquica, previa a 1930.
      Esto no significa que la oligarquía haya sido derrotada en el espacio posrevolucionario tras el 30, pero sí perdió cuotas significativas de poder político, económico social y cultural a manos de nuevos sujetos emergentes en esa coyuntura: una burguesía que la “teoría de la dependencia” analizó críticamante con la etiqueta de “burguesía nacional”, que se presentaba a sí misma como “burguesía productiva” (y se diferenciaba en intereses, ideología y en propuestas sobre cómo encarar la salida de la crisis del 29 con la antigua oligarquía); sectores profesionales y de medianas y pequeñas burguesías; y un enorme campo de empleados y trabajadores, organizados como nunca antes en Cuba (solo anoto que hacia 1938 existían más de 700 sindicatos locales. La CTC, organizada en 1938, unificó a más de 220 mil trabajadores en 1939. Solo al Congreso de la CTC de enero de 1939 asistieron 1500 delegados elegidos por 576 gremios). La diversidad y complejidad de estos actores era radicalmente nueva respecto a una estructrura política regida antes casi exclusivamente por el caciquismo, el clientelismo y una estructura partidista básicamente bipartidista (con poca diferenciación real entre sí). Estas eran maneras de integración vertical en la politica (cacique-cliente). El nuevo espacio social de los 30 multiplicó la integración horizontal de sujetos politicos sociales y raciales cuya interlocución con el sistema político tenia nuevas bases, como la de ser sujetos colectivos organizados.
      Como preguntas por los cambios en “la estructura del país tras el turning point que representó la Rev del 30”, hago una breve descripción de los cambios generales del periodo, y luego me refiero a dos aspectos en los que esa “estructura” cambió de modo significativo: la economía y la “raza”.
      La “segunda república” nació en el contexto de una extraordinaria crisis, marcada por el colapso económico, crisis del sistema oligárquico, sociedad diversificada, emergencia plebeya, creación de sistema de partidos, pluralización de la esfera pública, ampliación de sindicatos y asociaciones, crítica a la economía monoproductora, orientada a la diversificación industrial y agrícola, demanda de justicia social, críticas al funcionamiento real de la democracia representativa liberal, disputa por una noción social y racialmente inclusiva de pueblo y emergencia y consolidación de un líder autoritario (el “primer” Fulgencio Batista).
      Buena parte de los actores arriba mencionados tenían una vision “keynesiana” de la economía, diferente de la economía liberal que había regido en Cuba hasta que comenzó a ser puesta en cuestión en la segunda mitad de los 1920. Pero los 1930 produjeron demandas de intervencionismo estatal en la economía de una magnitud antes completamente impensable. Para los 1930, el Estado cubano regulaba la industria azucarera, limitaba los alquileres de las casas, regulaba la economía contractual del café, intentaba regular la del tabaco, fijaba el precio a los artículos de primera necesidad (pan, gasolina); intervenía para asegurar la calidad de los productos en venta frente a falsificaciones y engaños al consumidor (leche y mantequilla), establecía jornales no contractuales —salarios oficiales, fijados por el Estado— para los obreros; e intervenía en general en toda la economía productora, limitándola y controlándola. (continua)

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    2. En el sector agrícola, la ley de reparto de tierras (1937), según reportes oficiales, entregó 3841 caballerías a 2433 campesinos. De mayor importancia aún, la Ley de Coordinación azucarera (1937) reguló sobre bases más igualitarias la producción de azúcar. Fijó la cifra de la producción y de las exportaciones para cada año y estableció las cuotas de su reparto entre los centrales para evitar que algunos acaparasen el mercado norteamericano, que pagaba un 30% más por ellas. Al mismo tiempo, defendía a los colonos y a los obreros, fijando salarios mínimos por la zafra. Otras legislaciones adoptadas en este contexto, todas “intervencionistas” en sus respectivas materias, fueron las leyes docente, de amnistía, de alquileres, del seguro social, de salud y maternidad obrera, de matrícula universitaria gratuita (para estudiantes pobres), de rehabilitación del crédito público, del catastro nacional, y de minerales y combustibles.
      La política de intervencionismo estatal en la economía —presionada por la organización popular—produjo un crecimiento espectacular, para la fecha, de la legislación en materia social. En la segunda mitad de los 1930 se habían establecido regulaciones sobre la mujer trabajadora (igual retribución en trabajos similares y prohibición del trabajo nocturno para mujeres, maternidad obrera); autorización de las inspecciones de trabajo en todo el territorio nacional para velar por el cumplimiento de las disposiciones sobre jornada de trabajo, descansos, cierre de establecimientos, sueldos y jornales, nacionalización del trabajo, salarios mínimos y trabajos de la mujer y menores; derecho a 14 días hábiles de descanso. En particular, el tema de los salarios mínimos había experimentado una intensa y minuciosa legislación para gran cantidad de ámbitos, como los trabajos de salinas; despalillo de tabaco; fábricas de calcetines, medias y escarpines, artistas que actuaban en “shows”; fábricas de fideos; carpeteros, intérpretes y agentes-intérpretes en los hoteles de la Habana; construcciones; industria del curtido, del calzado y la recolección del grano de café. En un sector nacional de la envergadura del azúcar, se regularon salarios mínimos de $0.80 por las labores de ocho horas de jornada diurna en las colonias de caña, e igual cantidad para las labores efectuadas en los bateyes del ingenio, durante el “tiempo muerto”, y un $1.00 en el periodo de la zafra.
      La imagen del pueblo generada desde el diseño social “intervencionista” era distinta a la provista por el caciquismo oligárquico: obreros y campesinos pobres, pero con organizaciones clasistas politizadas en su defensa; el colonato como “clase media” rural; crítica global al central como “feudo” y presencia del Estado como garante de estas relaciones. (continua)

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    3. Es muy importante destacar que ninguna de esas nuevas medidas sociales fueron concesiones graciosas de la burguesía “productiva”, y menos aún de las clases oligárquicas. Fue el resultado de una intensa y activa movilización del pueblo trabajador cubano. Ya mencioné algunos datos del sindicalismo, pero la acción colectiva tuvo esas y otras formas, y en conjunto, experimentaron un gran despliegue.
      Esta lógica elaboraba una visión activa del “pueblo”, con agendas y repertorios propios de organización. La acción colectiva en defensa de derechos abarcaba diversos campos, y se enfocó también en proteger la propia organización laboral. Las organizaciones obreras marítimas del Puerto de Cienfuegos trabajaron por mantener la Unión Federativa Obrera Nacional. La Federación de Sindicatos “José Martí” se integraba a través del lema “Por Cuba libre y por Cuba Obrera”, y se imaginaba a sí misma como “producto de la revolución”, que traía “su espíritu, su programa, su intención y su alma”. El Ejército Cristiano de Abnegación se propuso constituir un fondo de auxilio a los parados a partir de una deducción de todos los sueldos que se abonasen por el Estado o las empresas particulares. La organización Pro Nueva Cuba estimaba que la solución del problema cubano no se encontraba en empréstitos de emergencia, ni en Tratados “para prolongar la agonía de una industria azucarera, que sin ser nuestra nos domina”, sino en desplegar todo su trabajo “sobre los recursos propios, preferentemente para consumo interior, mediante moneda de papel, franca y absolutamente doméstica e indepreciable”. La Organización Progresista Nacional de Consumidores se dirigía a los jefes de familia para organizarse “a la mayor brevedad, y resolver el problema económico a fin de hacer desaparecer la bochornosa discordia y la gran miseria material y moral en que vivimos”. El Comité contra la Carestía nucleó a consumidores movilizados contra el alza artificial de los precios, pues “los intereses populares necesitan ser defendidos en la fábrica y el taller y también en el mercado de los efectos de consumo”. La Unión Textil protestó ante el Presidente de la República, en nombre de 20,000 familias obreras, por la cláusula que rebajaba el arancel sobre tejidos de punto, que había sido regulado en un tratado comercial celebrado entre Cuba y Francia. Los cigarreros se dirigían al público para pedir la protección de la industria cigarrera nacional, y advertía a los consumidores que compraran los cigarros de las fábricas Corona, Aguilitas, Bock, Competidora Gaditana; Regalías del Cuño, Generes de Gener, Partagás, Royal, La Moda, Billiken, Calixto López, Edén y El Crédito, porque trabajaban con obreros organizados en la Unión de Obreros de la Industria de Cigarrillos y en la Unión de Dependientes del Ramo del Tabaco.
      Este tipo de organización del trabajo le debía a las clases oligárquicas y a la democracia “liberal” solo la exclusión, la represión y la criminalización. Los sectores trabajadores recordaban, por ejemplo, la huelga de 1935 en la Droguería Sarrá que involucró a 572 obreros. En aquel momento, se les había reconocido oficialmente por la Secretaría del Trabajo el derecho a huelga. Una entrevista celebrada en el Palacio Presidencial les autorizó a celebrar una Asamblea General, pero luego fueron encarcelados mientras la Droguería fue protegida por el Ejército, para que los rompe huelgas pudiesen trabajar.
      La oligarquía cubana se opuso enérgica y decididamente a toda esta organización (irreconociendo sindicatos, burlando leyes sociales, negándose a firmar convenios colectivos de trabajo, etc) y a esas medidas “intervencionistas”. Clamaron contra la intervención del Estado sobre los acuerdos privados y sobre los derechos de propiedad —que consideraban un ataque a la “santidad de los contratos” y según ellos significaba la “confiscación” de la propiedad—, pues todo ello “traería como consecuencia la muerte de las inversiones, la muerte repentina del crédito, la fuga de capitales, la muerte de la propiedad privada y la inconstitucionalidad de la ley”. (continua)

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    4. Sectores trabajadores replicaron ese discurso alegando que era recitado siempre ante eventos con alguna comunidad “revolucionaria” entre sí: “cuando se abolió la esclavitud, cuando se implantó la moneda cubana, cuando se promulgó la primera moratoria, cuando se promulgó la ley de ocho horas, cuando el jornal mínimo, cuando la ley de coordinación azucarera, cuando la ley de reivindicación de tierras, cuando se anunció la ley de alquileres y en muchas ocasiones más.”
      Como resultado de esta lucha y presión por parte de muy diversos actores, por ejemplo, la Constitución del 40 recogió un programa social muy criticado por la oligarquía, pues representaba una verdadera derrota para ella, aunque por otra parte lograban mantener sus posiciones de poder (por ejemplo, con los límites impuestos a la confiscación de propiedades, que hacían imposible combatir el latifundio, el principal de los males cubanos de la hora).
      Blas Roca ofreció un claro resumen de esos triunfos sociales: consagración del descanso retribuido, en forma que no pudiese ser burlado sin violación de la ley, extensible a todas las industrias; el pago de los días festivos y la semana de 44 horas, el reconocimiento del derecho de huelga, la prohibición de separación del trabajo sin previo expediente, las garantías establecidas para la sindicalización, la preponderancia del nativo en lo preceptuado sobre el sistema de contratos colectivos; la protección a la maternidad; la obligación de admitir aprendices (que era una demanda de la juventud); y el seguro social, incluyendo la protección de los desocupados. En general, su posición valoraba la consagración del principio de la intervención estatal en la economía; la regulación legal de los contratos de arrendamiento, fijando la renta máxima y el mínimo de duración; la limitación del latifundio; la abolición de los censos; y la restricción de la posesión de las tierras a los extranjeros.
      Otro campo donde la visión oligárquica fue duramente combatida fue en el de la representación racial del pueblo cubano. El liberalismo oligárquico no defendía solo un concepto exclusivo y excluyente de la propiedad privada sobre bienes y recursos: defendía también la propiedad exclusiva y excluyente de la patria por parte de la nación blanca. Su crisis fue asimismo la de la imaginación del patriotismo “patricio” y del nacionalismo blanco. (En esas fechas, dieron cuenta de este enfoque los libros La falsa cubanidad de Saco, Luz y Del Monte (1941), de Rafael Soto Paz, y Azúcar y Abolición (1948), de Raúl Cepero Bonilla).
      El personaje de “Liborio”, creado por Ricardo de la Torriente en 1900, había expresado hasta entonces esa noción de pueblo, que si bien había participado activamente de la lucha por la independencia, permanecía “indocto” e “incapacitado” políticamente. El personaje representaba a un sujeto entrado en años (canoso), blanco (con patillas “españolas”), campesino, sin tierra, racista, de inteligencia “natural” y dependiente sentimental y materialmente del poderoso.
      El latifundismo era el soporte de esa imagen de pueblo representada por Liborio, en tanto depredador de espacio, tiempo y ciudadanía. Sobre la base de la concentración de la propiedad, polarización del ingreso y proletarización rural de la población se estructuró la relación política del “caciquismo”. El concepto político fundamental con que operaban era el del intercambio de favores por lealtad, dinámica opuesta a la de la ciudadanía, enfocada, como mínimo, en el intercambio de deberes y derechos en una comunidad política. (continua)

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    5. La visión de Liborio como imagen del pueblo despolitizado, siempre sufriente, atomizado y solitario, sin organización social, con el recurso único de su “humor popular” para enfrentar su circunstancia, y sin capacidad, en consecuencia, de inspirar temor, (ver un interesante texto de Olga Portuondo sobre Liborio, con cuyo enfoque coincido) era una imagen incompatible con el “pueblo cubano” invocado por los actores actuantes en los 1930. Este pueblo poseía conciencia cívica, estructuras de organización, votos por otorgar y presencia pública en las calles y tenía la obligacion de “incorporar” al negro dentro del pueblo cubano.
      En lo racial, por ejemplo, hasta los 1920 la cultura cubana se representaba en el punto criollo, en el zapateado, en la guaracha y en el bolero, pero no en las expresiones culturales de lo negro. Eduardo Sánchez de Fuentes lo había asegurado entre 1923 y 1924, cuando organizó conciertos de música popular y excluyó de la música nacional la rumba, el guaguancó y la conga, entre otros géneros, “porque esos ritmos bárbaros evocaban lo africano, que era extranjero a la idiosincrasia nacional”. La Cuba blanca se representaba también en el viejo Liborio, cuyas patillas “españolas” estaban incluso en desuso en el país en esa hora. (Como explicaba Israel Castellanos, incluso el guajiro, a medida que se habían ido americanizando los hábitos y costumbres cubanas, había ido recortando sus patillas “al extremo de que dentro de muy pocos años [de] la típica patilla (…), no restará más que el histórico dibujo de Landaluze”.)
      La emergencia del debate sobre la “cubanidad” y “lo afrocubano”, en los 1930, como representación de la nacionalidad cubana, contribuyó a elaborar un “indecidible” cultural: “no hay cultura cubana sin contenido negro”, “no hay pueblo cubano sin el negro cubano”, aunque afrontara problemas para la representación justa de lo negro y para afrontar el tema de la distribución de recursos injustamente asignados por la marca de la raza, que no menciono aquí. Lo que subrayo es que produjo una representación racial del pueblo cubano incompatible con la representación que la oligarquía cubana había hecho de la nacionalidad a su imagen y semejanza (blanca, porque ni siquiera admitía a los “blancos del país”, frase que quizas sobrevivió en la expresión “blancos sucios” que todavía he escuchado a algunos en Cuba). Aquí hay otro camino para comprender los cambios, y los problemas, que introdujo la segunda república frente al esquema social y racial oligárquico.
      Aprovecho para comentar que el autor que más ha fondo ha trabajado el concepto de “segunda republica” es Fernando Martínez Heredia, pero otros muchos trabajan desde esa perspectiva, a veces implícita, ante la magnitud de los cambios experimentados entre una y otra, algunos de los cuales he reseñado antes aquí. (He usado en este comentario pasajes de mi tesis de doctorado, que estoy a punto de terminar)
      Como bien dice Fabio, nada de esto era privativo de Cuba: eran, también, maneras de responder a los nuevos contenidos, recursos, tecnologías, imaginaciones, propias de la emergencia de la sociedad de masas en el mundo a partir de los 1920 y 1930.
      Fabio, te agradezco todo el comentario y la referencia a Cueva, un clásico de las ciencias sociales latinoamericanas, por demas ecuatoriano, hecho que recuerdo porque escribo ahora mismo desde Quito: Me uno a tu recomendación de leerlo. Gracias y saludos. (final)

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  4. Buenos días. Somos Darío, Mario y Zulema, de la clase de historia. Las preguntas que teníamos preparadas son las siguientes:
    1- Qué concepto de sociedad civil se manejaba en 1940 y cuál asume usted en su trabajo?
    2- Qué papel tuvo la sociedad civil en el proceso de construcción de la constitución del 40?
    3-Según su criterio, la participación y el protagonismo de la sociedad civil cubana ha evolucionado de 1940 a la fecha?
    Muchas gracias.

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    1. Hola a los tres. Sobre las preguntas 1 y 2: La “sociedad civil” es un concepto teórico que, así llamado, no aparece en los discursos de esa época. Sin embargo, es útil para su estudio, como otras categorías teóricas, siempre que se manejen históricamente (es decir, controlando los usos que pudo tener y tuvo en ese contexto, y no “forzando” la historia para que quepa en la teoría). Lo que llamamos “sociedad civil” tuvo un gran despligue y disputó en los 1930 maneras de ejercer control público sobre los derechos de propiedad privada, sobre las relaciones comerciales y sobre el proceso de producción. Sus demandas contribuyeron a que el Estado cubano procurase dotarse de medios financieros para encarar políticas públicas que integrasen a sectores excluidos. Así, la economía fue reglamentada a favor de actores diferentes, y algunas de las principales actividades económicas quedaron reguladas desde una noción cercana a lo que hoy se llama bien público. El Estado acumuló poder para intervenir en la economía como árbitro entre las disputas entre el capital y el trabajo. El conjunto arrojó democratizaciones sobre las relaciones socioeconómicas, políticas y étnico/raciales y produjo un campo de legitimidad basado en un nuevo registro de valores y prácticas alternativos al liberalismo clásico. Sociedades antes fuertemente estratificadas, experimentaron el impacto de una amplia y súbita plebeyización.
      La aprobación de la Constitución de 1940 fue así resultado de la presencia de un enorme abanico de actores sociales, de la concurrencia de un sistema completo de partidos políticos —representativos de todo el espectro político— y de una esfera de opinión pública poderosamente diversificada. Los diarios y revistas comerciales, la prensa obrera (existían decenas de revistas obreras), la comunicación pública de las instituciones sociales, los mítines populares (en 1939 se calcularon 100 mil personas solo en un acto en Matanzas, y recuerdése que en la fecha la población cubana era de poco mas de 4 millones de habitantes), los ciclos de conferencias abiertas, la convocatoria al activismo ciudadano para presionar a los representantes políticos en torno a temas específicos, crearon un amplio campo de deliberación y contienda sobre el contenido y el perfil de la futura Constitución.
      Todo esto muestra ese despligue de la sociedad civil. Uso un concepto de sociedad civil que toma de Gramsci, Nancy Fraser y Fred Block. No se trata de lo “opuesto” al Estado, sino de una asociatividad que expresa lo social, pero que puede oponerse y/o trabajar con la institucionalidad estatal. Los enfoques mas recientes de marxistas y neomarxistas insisten en una sociedad civil compuesta tambien por “contrapúblicos”, pero no se refieren solo a la oposición al estado —porque eso limita el campo de su actuacion, que es mucho mas diverso— sino frente a públicos dominanbtes, como el blanco/burgues/patriarcal. Recomiendo la critica de Fraser a Habermas para observar un debate de calidad actual sobre cómo usar el concepto de sociedad civil.

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    2. Este enfoque es crítico del concepto de "sociedad civil” cuando no reconoce las asimetrías sociales existentes, y opera como si ya existiese una comunidad universal de ciudadanos “iguales” entre sí. Reconcoer esa diferencia al interior de la sociedad civil debe ser un punto critico de partida, para evitar su idealizacion, como espacio "democratico" per se.

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    3. Sobre la pregunta 3: Muchisimo, y en muy diferentes formas. Lo ha hecho no solo respecto a 1940, sino desde 1959 para acá. Las diferencias en torno al protagonismo de la sociedad civil cubana dentro del periodo revolucionario tambien son muy visibles. El término empezó a usarse en Cuba solo a partir de los 1990. El gran libro de esa década sobre este tema, es Mirar a Cuba, de Rafael Hernández. Tambien es imprescindible el libro de Jorge Luis Acanda hegemonía y sociedad civil, pero con un enfoque distinto. A los interesados, les sugiero revisar la colección de las revistas La Gaceta de Cuba y Cuadernos de Nuestra America a lo largo de los 1990.

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    4. releyendo la primera respuesta a esta pregunta, veo que omití algo importante , lo que describo en ete parrafo: "Así, la economía fue reglamentada a favor de actores diferentes, y algunas de las principales actividades económicas quedaron reguladas desde una noción cercana a lo que hoy se llama bien público. El Estado acumuló poder para intervenir en la economía como árbitro entre las disputas entre el capital y el trabajo. El conjunto arrojó democratizaciones sobre las relaciones socioeconómicas, políticas y étnico/raciales y produjo un campo de legitimidad basado en un nuevo registro de valores y prácticas alternativos al liberalismo clásico. Sociedades antes fuertemente estratificadas, experimentaron el impacto de una amplia y súbita plebeyización." se refiere a un contento comun global y regional, del que tambien participó, de modo similar y claro que con rasgos propios, la experiencia cubana de ese periodo.

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  5. El racismo no es un problema propio del periodo del 40 (y anterior) sino que aun hoy es visible en nuestra sociedad. Esto demuestra que las leyes no siempre son efectivas en deterrm,inados asuntos y que lo más dificil es cambiar mentalidades.
    ¿Qué acciones más alla de las legislativas podrían implementarse para eliminar este mal social que nos afecta?

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    1. Prefiero usar la experiencia de los actores sociales antirracistas en los 1930 y 1940, que es el tema de la clase, para responder esta pregunta. Esa experiencia recurrió a muy diversas estrategias, consideradas en conjunto y no como actos aislados. Por ejemplo, gran movilizacion social autónoma (muchísimas sociedades y asociaciones específicamente “de color” estructuradas a escalas de cada provincia y de la nación, presencia en la prensa y en revistas propias, ver Adelante y Estudios Afrocubanos), militancia politica antirracista en partidos, demandas de cambios legislativos para aprobar la discriminación racial como delito y para sancionar a los discriminadores, exigencia de politicas de acción afirmativa (puestos de trabajo y politicos para personas “de color”), organización de múltiples eventos y manifestaciones culturales públicas donde se diera visibilidad al “legado” negro, etc. Estas estrategias combinaban lo que hoy se llaman demandas de reconocimiento y redistribución justa de la raza, y eran, como he dicho, muy diversas, pero relacionadas entre sí. Ellas tambien abarcó el campo d ela liteartura (poesia negra), la musica “afrocubana”, las comparsas de carnaval, y la antropologia crítica (o el pensamiento en general crítico) de figuras muy conocidas como Fernando Ortiz y Romulo Lachatañére, o menos conocidos, pero tambien de importancia en la epoca como Alberto Arredondo, Gustavo Urrutia, Juan Luis Martín, Martín Castellanos, etc. Eran versiones diferentes entre sí, pero todas antirracistas, y se expresaban en un amplio, fuerte y sostenido activismo político y científico antirracista.

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    2. No conocia sobre ese movimiento pero si fue así debio tener una gran fortaleza. Pero creo que tuvo dicha fuerza porque era auténtico y natural. Lo digo porque pienso que la politica de promover negros a cargos en el liderazgo de la Revolución fue un poco forzada y quizas no tuvo el exito que pudo haber tenido.

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    3. esa politica, llamada de "accion afirmativa", ha sido usada por muchos movimientos antirracistas, como dije, tambien en Cuba. COmo dices, habitualmente da mejores resulktados, cuando cuenta con un fuerte mocimiento antirracista, social, de base, que toma su fuerza de su propio movimiento y organizacion y vive esa politica como unja conquista y no, si fuese el caso, como concesiones exclsuivamente estatales, o, "desde arriba".

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  6. Yohandra, Walkiria y Monica11 de octubre de 2016, 10:08 a.m.

    Queremos saber en qué medida considera usted que la Constitución del 40 inclinó el rumbo de la democracia desde su vertiente sustancialista hacia la democracia centrada en los intereses del pueblo,

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    1. Fue el colofón de las grandes demandas sociales de los 30 a favor de una comprensión no solo politica, sino social de la democracia.
      En la respuesta anterior a Fabio he opinado sobre ello. Ahora agrego lo que siguiente.
      El liberalismo posterior a los 1930 fue una ruptura con la tradición liberal del siglo XIX. Fue el resultado de una reinvención, ahora llamada “liberal democracia”. (Como ven, ese término es bastante reciente, y no apareció en el “origen de los tiempos”. )
      Ante la crisis de los 1930, emergieron alternativas ideológicas que alcanzaron respectivos éxitos: el republicanismo social y el socialismo democrático, el fascismo, y el marxismo-leninismo soviético. En el campo cultural, el proyecto de construcción del Estado nacional en América latina cobró nuevo impulso. El nacionalismo fue reelaborado como discurso democrático de inclusión de clase, raza y etnia. Era el recurso ofrecido para curar las injusticias que dejaba intactas la escisión entre Estado y sociedad y reconducir a la comunidad de ciudadanos hacia un nuevo espacio universal: la nación.
      En esta lógica, que impulsaba la democracia social, la política creaba derechos, la ley debía estar al servicio de la libertad y no del orden, existía diferencia entre legalidad y legitimidad y asignar una función social a los derechos era la manera de otorgarle complexión social a la política. En buena parte de este marco, la democracia no estaba al entero servicio del capitalismo, sino tenía entre sus deberes la contención de sus efectos disruptivos y excluyentes. (Recuerdo que la diferencia/oposición entre democracia y capitalismo era un viejo tema común a todos los movimientos democráticos hacia esa fecha.)
      Un vasto campo político cuestionaba en Cuba la noción de la democracia bajo las condiciones del liberalismo del XIX, en el marco de la constatación de la crisis del liberalismo individualista experimentada tras la Gran Guerra y la Gran Depresión. Sus criticos no eran solo los actores comunistas. Carlos Felipe Armenteros, alto funcionario de la Secretaría de Agricultura de Cuba, aseguraba: “Aquella construcción espléndida y armoniosa del pensamiento liberal, dentro de la cual la economía es un proceso regido por leyes naturales de progresivo ascenso y la sociedad política una ordenación generosa y acabada para la vida y el espíritu del hombre y en donde la guerra sólo vendría a ser un accidente de fácil localización en sus efectos, se quebró totalmente (…) Las más nutridas categorías populares, las masas trabajadoras formalmente incluidas en el estado liberal, pero materialmente ausentes de su protección y amparo, se pusieron a su margen y en su frente, rompiendo la atmósfera de la paz interior de los pueblos y forzando los moldes del desarrollo democrático.”
      Miguel Suárez Fernández, del PRC (A), que sostenía en la época una plataforma que hoy se calificaría de “socioliberal”, decía: “Acepto gustosísimo el calificativo de que no soy liberal. Estoy defendiendo la democracia pura, la democracia criolla, la democracia plena.” (Continua)

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    2. Para Ramón Zaydín, líder del Partido Acción Republicana, la solución se encontraba en infundirle a la república un contenido orgánico, pues el “individualismo es ya cosa caduca. Especialmente el individualismo económico, generador de la anarquía en la producción, ha sido superado”.
      Esa posición se alejaba de la vocación exclusivamente “sustancialista”, o sea centrada solo en lo social. La propuesta de un “nuevo concepto de la libertad” significaba considerarla como “instrumento o medio de asegurar la posibilidad funcional de la democracia”. Grau, líder del PRC-A, también compartía el concepto de “democracia funcional”, al que se llegaba por inyectar contenido “orgánico” a la República, sin renunciar a los derechos políticos sobre los que se fundaba el proceso democrático.
      En esa lógica, derechos civiles y políticos, como la seguridad personal, la inviolabilidad del domicilio, de la correspondencia, la libertad de circulación, la libertad de residencia, el derecho de petición, el de libre expresión del pensamiento, la libertad de cátedra o de enseñanza, la libertad de cultos, la libertad de imprenta, la libertad de propaganda, las libertades de reunión y de asociación, de igualdad ante la ley, de intervención o participación en el gobierno, de sufragio y de elección de diputados o mandatarios “no sólo son respetados dentro del nuevo concepto de la democracia, sino que quedan confirmados y robustecidos como contenido esencial de la libertad”.
      Lo que estaba en crisis en los 1930 era el concepto individualista de la libertad y la noción de democracia a la que daba lugar. Los derechos de propiedad, del trabajo, de las industrias y del comercio no aparecían como derechos “puros” del individuo, sino consagrados en el marco de la función social que se les exigía cumplir. Era la forma de darle acceso a esos derechos a vastos sectores sociales respecto a los cuales tales “derechos” eran completamente ajenos. La adhesión al principio de la función social de la propiedad era, en ese contexto, una condición de posibilidad de la democracia social. Unos los defendieron mas radicalmente, como los comunistas, cosa que representaba defender con más profundidad la democracia social, y otros la defendieron mas moderamente, como hizo el PRC-A. (final)

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  7. La constitución de 1940 trata con fuerza el problema de la moratoria. ¿Qué hecho fue el detonante para este debate en la constituyente?

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    1. Para mi se trata de esto: el escenario de 1936-1940 —ya con el camino abierto hacia la Constituyente— muestra un motivo más general para el relanzamiento del tema de la moratoria de las deudas y la redefinición de sus soluciones: el discurso y la práctica política en reclamo de la moratoria fueron reconstruidos por el debate público gestado alrededor de la exigencia de Asamblea Constituyente soberana, y de una nueva Constitución. En ello, hacía suyas las grandes expectativas colocadas en este evento.
      Por tales razones, los políticos pusieron el tópico en el centro de su agenda. Aquellos que se opusieron, o no se pronunciaron sobre la moratoria, pagaron consecuencias políticas. Raúl de Cárdenas, “destacado hombre de toga” con vasta experiencia política —representante a la Cámara, secretario de despacho de la presidencia con Carlos Manuel de Céspedes, y secretario de justicia e interino de gobernación con Mendieta —, gozaba de la consideración de las clases “vivas” del país. Después de fungir como presidente de la Asociación Nacional Pro-Restauración del Crédito Cubano —la principal de las organizaciones que nuclearon a los acreedores, enemiga mortal de la moratoria— se presentó como candidato a la Constituyente de 1940, por el Partido Demócrata Republicano, y no resultó electo. Ramón Grau San Martín pagó asimismo consecuencias. En un acto público a favor de la revalorización, un asistente le gritó a Batista: “Coronel, realícela usted ahora [la revalorización] para que no tenga que hacerla el doctor Grau San Martín”. Grau fue increpado públicamente por no dar su voto a favor de la moratoria y ni siquiera asistir a las sesiones de la Convención Constituyente en las que se debatía el tema. El ABC, uno de los nuevos partidos nacidos de la revolución de 1930-1933, cargó también el sambenito de ser opositor de la moratoria. En esa actitud, se le asociaba con los intereses de la banca extranjera. El ABC querría “demostrar que sí, que la voluntad de la banca extranjera es legítima, que la Ley Hipotecaria [de 1933] es mala, y que hoy como ayer y mañana como siempre, el plutócrata americano, o de cualquier parte, debe ser y es el amo indiscutible de los destinos patrios.”
      La moratoria era un contenido infaltable en la agenda de muchos partidos y organizaciones, por diferentes que fuesen entre sí. En el campo revolucionario, el Bloque Revolucionario Popular, creado en junio de 1937, y que integró a los partidos aprista cubano, agrario nacional, unión revolucionaria y revolucionario cubano (OA), estableció en sus bases programáticas compromisos con la “abolición de los censos sobre inmuebles; revalorización de los terrenos vendidos a plazos y estudio del problema de la pequeña propiedad, sujeta a la moratoria hipotecaria, con vista a su salvación”. En 1939, el partido Unión Revolucionaria Comunista estipuló en sus bases para el proyecto de Constitución que “la ley organizará la revalorización de la deuda agraria y de la industria azucarera, sin perjuicio de lo dispuesto en la ley de moratoria hipotecaria tendiendo a reducirlas globalmente y abolir la de los pequeños propietarios particulares. El tema aparecía también en los programas de organizaciones “fascistas”. Acción Legionaria planteaba que “en la discusión sobre el proyecto de revalorización no debe obviarse las funciones protectoras que debe ejercer el Estado “en toda fricción o actividad vital de un órgano económico”, por lo cual debía “desconsiderarse toda propaganda vinculada a una u otra posición, pues el Estado debe erigirse como árbitro público”. (continua)

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    2. En resumen: existía un detonante concreto para la disucion de la moratoria, y era el inminente vencimiento de las deudas para 1940 (y de la pérdida de ¾ partes de la propiedad en manos de cubanos, esto es, tres afectados cada cuatro cubanos, siendo así la situacion extremadamente crítica), pero también fue impulsada por el debate sobre la Constituyente que vio en la moratoria un núcleo de las demandas sociales más importantes de esa hora. Por ejemplo, organizaciones de trabajadores y el partido comunista consideraban que: “detrás de la moratoria se ventila(ba)n: asamblea constituyente, ruta hacia el progreso nacional, mejoramiento del pueblo, derrota de los extranjeros explotadores, soberanía patria”. (final)

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  8. A través del estudio de nuestra Historia, son evidentes los problemas de racismo antinegro. ¿Pero existía tambien una especie de racismo antiblanco? ¿Qué tan intenso era?

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    1. Existió racismo antiblanco, pero, en mi opinión, casi siempre fue exagerado, magnificado y utilizado con fines politicos.
      La denominacion de “guerra de razas” a la masacre del 12 es un buen ejemplo: se presentó como “racista” y “antiblanco” un programa que era esencialmente de reformas sociales para Cuba, para los negros y los blancos pobres.
      Una etiqueta que muestra la magnificación de ese racismo antiblanco fue la del “peligro de guerra de razas”.. Este “peligro” tenía existencia previa a 1912. Juan Gualberto Gómez criticó en 1893 el uso de la etiqueta para interpretar la aparición de partidos organizados por “el color” en un contexto de transformación de los partidos políticos existentes en la fecha. Para los 1930 el peligro de “conspiraciones raciales” seguía siendo invocado con frecuencia. En 1934 el clima de “guerra racial” experimentó un cenit con el linchamiento, en la ciudad de Trinidad, de José Proveyer, cuando, en acto reivindicativo, un grupo de personas “de color” “invadió” la “zona blanca” del parque de la localidad. Para algunos, los sucesos evocaron el clima de linchamientos que había “justificado” la “guerra de razas” de 1912 y sus discursos en defensa de la nación blanca contra la “barbarie negra”.
      El linchamiento de Proveyer no fue un acto racista aislado. En 1935 una proclama colocada en espacios públicos conminaba a los negros de las fuerzas armadas a rebelarse “contra sus hermanos y compañeros de la raza blanca para reparar pretericiones e injusticias”. Su redacción, “torpe y pueril”, y la manera de hacerla circular, con membrete oficial del ejército, revelaba la intención de fomentar resentimientos contra el negro. En el mismo año, circuló en La Habana y, quizás en el resto del país, una hoja suelta, suscrita por el “Comité Superior de la Liga Blanca de Cuba”, ente apócrifo, que reclamaba la necesidad de perseguir a los negros, mediante la “acción blanca”. Diversos pasquines fueron colocados en la fecha en ciudades como Santiago de Cuba, en cuyo texto aparecían las frases “negro busca tu blanca” y “blanca concigue (sic) un negro”. La burguesía de barrios aristocráticos como El Vedado y Vista Alegre se armaron frente a la “amenaza negra”. En Manzanillo fue atacado el luchador negro Miguel Benavides. En Camagüey el abogado Guillén fue vejado en plena audiencia, y fue luego objeto de amenazas de gravedad. En la misma Trinidad, un grupo de blancos atacaron a cabillazos a uno de los negros que había protestado por la muerte de Proveyer. En Cienfuegos —donde se impedía a los negros pasearse por ciertos lugares del prado y del parque y donde la ausencia del retrato de Maceo en el ayuntamiento había provocado una enérgica protesta—, un supervisor militar denunció una conspiración negra, al ocupar a una persona objeto de su sospecha una lista de nombres de negros. Fueron detenidos 30 personas, condenados dos de ellos, expulsados del cuerpo tres policías negros, y la “cosa seguía creciendo”, pero en realidad la lista contenía solo los nombres de los asistentes a la Convención de la Federación de Sociedades de Color en Oriente.
      Para la imaginación racista, la “conspiración negra” no tomaba solo la forma de “motines espasmódicos”. El aumento del número de la población de color era considerado un “peligro negro” más duradero y peligroso. Según José Ignacio Rivero, director de Diario de la Marina el prolífico aumento de los negros, que no restringían, “como los blancos” su natalidad, y la limitación de las inmigraciones que impedían “la afluencia de blancos al país”, ayudada por la ley del 50% del empleo para los nativos, producían “una tenebrosa amenaza: la de que antes de un cuarto de siglo, los negros, ´sin fuerza económica ni calibre educacional suficientes´ [hayan] superado en número a los blancos.” (continua)

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    2. Organizaciones antirracistas como la Federación Nacional de Sociedades de Color, la Asociación Adelante, el Club Atenas, el Comité Contra la Discriminación Racial, La Hermandad de los Jóvenes Cubanos, o Unión Fraternal no promovían “la lucha de razas”, no preconizcab clase alguna de racismo antiblanco. Adelante consideraba que “la discriminación que en todos los órdenes sufre el negro cubano [no] podrá ser resuelta más jamás mediante la lucha de razas, que sería odiosa”. Exhortaban a ponerse, blancos y negros, “al servicio de una pura y fecunda fraternidad cubana”. Acción Socialista, en denuncia del linchamiento de Proveyer, recordaba que la “Patria se fundó con sangre de blancos y de negros, que se hermanaron en las luchas por la independencia, y todos por igual deben tener los mismos derechos, e imperar entre ambas razas la más absoluta confraternidad”. Las sociedades de color Minerva y Albores Sport Club recordaron los vínculos de fraternidad que unían a ambas razas en “la patria común bajo un mismo sol de justicia y libertad” Ninguno de estos enunciados justificaba el status quo racial, antes bien eran denuncias de sus regímenes de exclusión.
      Y repito, no eran antiblancos. Creo, como he dicho arriba, que fue mas bien un pretexto racista. (final)

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  9. Buenos días, usted explica en reiteradas ocasiones en sus textos, la diferenciación entre la República burguesa iniciada en 1902 y la República popular establecida tras el triunfo revolucionario en 1959. ¿Cree usted que la República actual cubana sea popular? Argumente su respuesta.
    Muchas gracias

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    1. no me gustan mucho las respuesta de si o no, porque dejan fuera los análisis casi siempre mas importantes: aqui, por ejempolo, una dinámica muy propia de este proceso en cuanto a avances y retrocesos, en cuanto a expansiones y limites de la participación, en cuanto a la inclusion, fuerza y poder de lo popular en sus tensiones respecto a lo especificamente estatal (muy sobredimensionado respecto a lo popular, etc). O sea, podria decir, "sí, pero...", y ambos son largos, el sí, y el pero. He tratado este tema en profundidad en este libro: https://jcguanche.files.wordpress.com/2014/02/guanche-libro-clacso.pdf

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  10. Somos Adiel y Leanny. Nuestra pregunta es cómo afectó a la economía cubana de la época el perdón de la deudas públicas e individuales?.Acaso no habían otras medidas más importantes para llevar a cabo?

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    1. es una buena pregunta, pero que no se hacían ninguno de los actores de la epoca que lo consideraron el "primer problema" de Cuba. Tenía todo que ver, nada menos, con la cantidad de dinero circulante y sus efectos sobre la exportacion, la importacion, la oferta y el consumo, con el capital disponible para inversiones, con la estructura completa de la propiedad del pais, con la posibilidad de conservar industrias productivas nacionales, no azucareras, con la posibilidad de expandir otros derechos y beneficios sociales. Entiendo la pregunta, pero para comprender la importancia que le dieron los actores a este tema es importante conocer la estructura del capitalismo cubano de ese momento, y cómo este tema era muy relevante para la conservacion del capitalismo oligarquico, o para la modificacion de su perfil hacia contenidos "más sociales".

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  11. Más allá de las demonizaciones por un lado, y de los ensalzamientos por otro... ¿Qué experiencias puede aportar el proceso constituyente y la propia Constitución a la Cuba contemporánea?

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    1. Creo que cuestiones como esta:
      1.- gran movilizacion social y política en torno al proceso, para exigir demandas propias de grupos, colectividades y personas.
      2.- debate intelectual de enorme calidad sobre sus contenidos y su difusión y presencia pública.
      3.- reconocimiento de la diversidad, y su procesamiento, como clave en la construcción de consensos sociales y politicos.
      4.- logro de conquistas sociales como resultados de la movilizacion social: la propia constituyente fue un éxito también de las clases trabajadoras frente a los "anticonstituyentistas" que querían "amarrar" la constitución solo al Congreso, sin discusión publica, y sin Constituyente.
      5- La propia asamblea fue un acto de buena comunicación pública: se radió en vivo por varias estaciones de radio, muchas sesiones se hacían en jornada no laboral para que pudiesen ser escuchadas, la prensa la recogió en detalle, muchísimos actos masivos populares defendieron contenidos específicos en ella a medida que se discutióan los temas de su respectivo interés, más de 3 mil cartas de organizaciones y personas exigieron demandas concretas a la Asamblea, etc.
      6- tampoco hay que idealizar este tema, como ningún otro. Un análisis detallado del funcionamiento de la Asamblea prueba, al mismo tiempo, como pactos "politiqueros", por ejemplo entre Batista y Mario Garcia Menocal, comprometieron en dirección conservadora algunos de los mas importantes contenidos constitucionales. También, la revisión de los informes de la embajada estadunidense en Cuba en ese momento muestra cómo muchos de los convencionales respondieron a los intereses de la embajada, en favor de los acreedores de ese país, y en específico de sus bancos, y no a las exigencias de esa ciudadania organizada del modo en que antes he comentado.

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  12. Bueno, "se acabó la actividad", o sea, la conexión. Les agradezco a ustedes todas las preguntas, los comentarios y la atención. A Roque le agradezco en particular por armar este espacio. Y que haya una próxima. Con mis saludos para todos. Guanche

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  13. Damos gracias a Guanche por responder las preguntas de nuestro grupo, al grupo de estudiantes por la paciencia con la conexión y a todos, esperamos volver a vernos.

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