Cultura y cubanía. Libertad y justicia
social
Me encuentro
ante una elección difícil pero creo resolverla al compartir reflexiones,
hipótesis, certezas y preguntas acerca de cultura y cubanía, libertad y
justicia social. Me he pasado la vida empeñado en esos temas, y no intentaré sintetizar
lo que he escrito y lo que pienso. Me parece más atinado y útil presentar
algunos de esos asuntos desde una perspectiva ensayística.
Una de las
cuestiones principales al abordar la cultura cubana es la enorme carga de
acumulaciones políticas que contienen sus dimensiones populares. No sucede lo
mismo en todos los países; en muchos casos lo popular guarda distancia con lo
político y, de paso, disimula la efectiva exclusión o subalternidad de los
sectores populares respecto a las decisiones políticas. En el caso de Cuba los
sentimientos, las luchas y los sacrificios masivos por la libertad, la justicia
y la soberanía nacional y popular tuvieron papeles centrales en la plasmación
de una identidad cubana y la constitución política e ideológica de la especificidad
nacional. Si analizamos las creaciones simbólicas fundamentales de la cultura
política cubana vemos que ellas están más cargadas de sentidos populares que de
proposiciones y elaboraciones de grupos selectos. Sucede así con el patriotismo
nacionalista, la unión entre justicia social y libertad, la vocación
republicana democrática, la negación de la anexión a Estados Unidos, el
antimperialismo y también las ideas más contemporáneas de socialismo e
internacionalismo.
Por ello no
es sorprendente que entre cubanos esté sobrentendido que la identidad y la
cultura son las nacionales, a no ser que se les agregue otro apellido. Como es
obvio, lo nacional califica solo uno de los tipos de identidad y de cultura que
existen, y lo nacional tiene también significados y contenidos específicos en
la identidad o en la cultura. Pero la conciencia y el conocimiento social no
pueden formarse con las afirmaciones que acabo de hacer. En realidad señalo un
campo de trabajo muy amplio, complejo y arduo que puede y debe ayudar en cuanto
a las relaciones, tensiones, confusiones y contradicciones que estos asuntos
contienen, con el fin de que sea posible desplegar sus riquezas, complementarse
y reforzarse entre todos, y avanzar en el camino prolongado y difícil de lograr
vidas más plenas, abatir las dominaciones y propiciar la liberación humana y
social.
Problemas
conceptuales
Nación y
nacionalismo siempre han sido dos conceptos bastante difíciles de definir. Me
limito aquí a proponer tres aspectos de un concepto general de nación, que me
parecen útiles para entender lo que quiero plantear. Uno sería el de lo más
interno o subjetivo: las representaciones colectivas, es decir, la construcción
ideológica de sentimientos de pertenencia y de exclusividad respecto a su nación,
que logra interiorizar y formular una comunidad extensa, no fundada en vínculos
de sangre o de localidad. A través de esas representaciones todos se reconocen,
por ejemplo, cubanos, y confirman y deciden quiénes son cubanos y quiénes no,
qué es ser cubano y qué no lo es. Un segundo aspecto es la existencia de un
Estado que, frente a todos los demás Estados existentes, afirma su soberanía y
su especificidad, su poder propio y su unidad, y se reclama Estado nacional.
Permítanme dejar a un lado las importantes cuestiones de las naciones que
forman parte con otras de un mismo Estado y las naciones que no cuentan con un
Estado propio. Este segundo aspecto —la sustantividad de un Estado nacional— es
más visible y externo. En la realidad ambos están íntimamente ligados: el del
Estado, poder soberano, centralizador y unitario, educador y represivo, y el de
las representaciones colectivas, construcciones de pertenencia y de
exclusividad que pueden incluir la identificación de un enemigo. Los separamos
como un recurso del análisis.
El tercer
aspecto es el de la diversidad social que está contenida en toda nación, sea
vista como comunidad imaginada o como Estado. La diversidad de clases sociales,
razas, regiones, etnias, comunidades y otros grupos, la de culturas, es decir,
la diversidad social que persiste frente a las tendencias unificadoras y que es
disminuida, canalizada o articulada, subordinada, ocultada o reprimida y, en
todo caso, puesta bajo el control de la nación. La unidad nacional se consigue
sobre dos bases: la existencia de autoidentidades colectivas y el ejercicio del
poder. Cuba es uno de los países en los que la identificación de enemigos de la
nación es incluida en esa unidad, y en ciertas circunstancias adquiere un peso
crucial.
Destaco dos
rasgos de la cuestión nacional. Primero, lo nacional implica siempre una
dimensión de clases. Existe una relación íntima entre la nación y las clases
sociales contenidas en su ámbito, aunque muchas veces no se muestre o mencione:
una de las funciones de la nación es ocultar la dominación de clase que se
ejerce en el seno de cada sociedad. Pero destaco la palabra “implica” porque la
relación no se agota en el velado dominio clasista: lo nacional tiene otras
dimensiones, ajenas a las de clases, y es un error grave reducir lo nacional a
un artificio de la dominación de clase. Segundo, lo nacional se construye y
existe en forma de complejos culturales y a través de expresiones culturales:
representaciones colectivas, símbolos, elaboración de códigos y construcción social
de realidades. Así se forma la nación que asume sus contradicciones y
conflictos, evoluciona, resiste o cambia, recibe y asimila impactos externos.
Además, aunque la permanencia parece ser la cualidad dominante, cada nación
tiene una historia, en la que sus características y sus valoraciones registran
novedades, desapariciones, mudanzas y otras transformaciones.
La cultura
nacional reúne entonces una rica diversidad de materiales y modos de ser,
producida por los más variados grupos sociales, y los elabora y expresa a
través de una acumulación cultural que contiene, articula y aporta el sentido
de esa cultura en cada época o coyuntura determinada. Los elementos
particulares o parciales se inscriben en ella e interactúan con ella. La
dominación social decide respecto a esos elementos, ordenando su presencia y su
lugar, su importancia o su olvido, sus atribuciones y pertenencias dentro de un
todo. La cultura nacional implica la existencia de una cultura dominante dentro
de una pluralidad cultural, y lo mismo sucede si consideramos la economía
nacional o la educación nacional. En la medida en que le es necesario, la
entidad establecida como nacional en una sociedad determinada subordina, a las
demás formas culturales, las economías domésticas y de los grupos sociales, la
diversidad social y los saberes existentes.
Apunto un
problema que es central cuando trabajamos con la nación. Las ideas que se
manejan y las realidades a las que se refieren sus temas pertenecen a la época
histórica de la generalización, a escala mundial, de las relaciones mercantiles
y del capitalismo en la economía, la sociedad, la política, la vida cotidiana y
las elaboraciones ideales. Pero el colonialismo y el neocolonialismo han sido
las formas fundamentales en los procesos de mundialización del capitalismo, lo
que ha producido el predominio de ciertas áreas —llamadas en épocas sucesivas
“civilizadas”, “desarrolladas” o del “Primer Mundo”—sobre los demás países,
bautizados como “atrasados” y después “subdesarrollados”, del “Tercer Mundo” o
hasta “periféricos”. La dominación ha asumido multitud de expresiones, desde
las más brutales —el genocidio, el saqueo, la esclavitud, la destrucción de
culturas, el ecocidio, la ocupación militar, la opresión directa, las guerras
de rapiña, la provocación de hambrunas, el control de los Estados y las
economías— hasta las sutiles, como son la subordinación de las instituciones y
la vida de países formalmente independientes, las relaciones supuestamente
basadas en las “leyes de la economía”, el uso de las lenguas, los
conocimientos, las modas, los mapas, la imposición a escala mundial de
creencias, artes, entretenimientos, opiniones, o el carácter “mundial” con que
se revisten los intereses, las políticas, la historia y los proyectos de los
dominadores.
El
pensamiento social y político ha sido hegemonizado por los centros del
capitalismo mundial, a pesar de que la resistencia o la oposición a ese dominio
cuentan ya con una maravillosa acumulación de ideas y experiencias. La victoria
mayor del capitalismo es lograr que el colonizado consienta serlo y considere a
la dominación que sufre como el único horizonte posible de vida cotidiana y
cívica, al que deben sujetarse incluso sus proyectos. El colonialismo mental y
de los sentimientos es una de las más graves y persistentes debilidades de
nuestro campo —lo he llamado “colonialismo mental de izquierda”— y hoy sigue
constituyendo una de las fuerzas principales del sistema para enfrentarse a las
contradicciones propias, sin solución visible a que lo ha conducido su
naturaleza actual, y a las resistencias, denuncias, protestas y rebeldías.
El
desarrollo del capitalismo y el imperialismo creó, por consiguiente, dos
situaciones diferentes respecto a la cuestión nacional. A la mayor parte de los
pueblos del mundo les negó durante siglos la autodeterminación y el Estado
nacional, en la práctica y en las ideas dominantes. Hace apenas sesenta años de
la bancarrota del colonialismo, pero los centros del capitalismo mundial le
impusieron subordinaciones económicas a la mayoría de los Estados
independientes y les limitaron en la práctica su soberanía. Ese tipo de
relaciones se desarrolló y consolidó, como madurez neocolonialista del sistema,
a lo largo del siglo pasado y es la causa principal de que las representaciones
nacionalistas y las luchas por la liberación nacional hayan sido el contenido
de innumerables resistencias y rebeldías de los pueblos sometidos, y la clave
de su mundo cívico. En los centros del sistema, por el contrario, se formaron
Estados muy fuertes y sociedades muy bien articuladas, en los cuales la
burguesía usufructuó o manipuló a la nación y el nacionalismo —y a su
exacerbación chovinista— mientras viabilizaba el desarrollo del capitalismo y
la opresión de clases en sus propios países, además de realizar las expansiones
coloniales.
La crítica
radical y el socialismo europeos produjeron teorías e ideologías que condenaban
a la nación, por burguesa, en nombre de las protestas y las luchas de clases
anticapitalistas. Esas ideas —como las demás de Europa— se extendieron por el
mundo. A partir de la tercera década del siglo XX, la universalización del
marxismo y del movimiento comunista enfrentó problemas muy graves, en los
países que sufrían opresión colonial o neocolonial, cada vez que absolutizaba y
simplificaba la confrontación clasista entre burgueses y proletarios. La
situación empeoró después de 1935, en la medida en que se abrió paso la
colaboración de organizaciones de izquierda con regímenes o movimientos
burgueses de sus países, en nombre de objetivos y “tareas” que llamaban
nacionales, consideradas necesarias para salir de la condición feudal o
semifeudal que erróneamente atribuían a los llamados “subdesarrollados”, los
cuales lo son precisamente porque forman parte del sistema mundial capitalista.
Esta evolución suponía que, a través de las etapas intermedias, esos países se
volverían capaces de desarrollar un capitalismo “nacional”, para después “pasar
al socialismo”. Todavía quedan remanentes intelectuales de aquellas mezclas de
sectarismo, reformismo y dogmatismo que limitaron tanto el papel de la teoría
revolucionaria durante gran parte del siglo pasado.
Culturas de
Cuba en el siglo XIX. Las revoluciones crean la nación
Durante la
primera mitad del siglo XIX un formidable dinamismo económico convirtió a Cuba
en una de las colonias más ricas del mundo. Bajo su impacto la cultura criolla
de las clases alta y media unió, a su rasgo previo de combinar elementos
propios con materiales, ideas y valores europeos —manteniendo a estos últimos
como guía y razón—, nuevas características que acentuaron su especificidad. Sin
duda, ellos asumieron la modernidad —que se tornaba industrial, secular,
liberal y abiertamente capitalista— con gran calidad empresarial, notables
avances materiales, autoidentificación, corporativismo y una intelectualidad
propia. Pero, de un modo u otro, estos grupos sociales que dejaban de sentirse
españoles de Cuba vivieron de la explotación de la esclavitud masiva de
africanos y sus descendientes, y asumieron una organización social que destrozó
las vidas y despreció la cultura de una gran parte de la población de la Isla,
creó un sistema de castas y multiplicó el racismo antinegro. Los líderes y la
gran mayoría escogieron la unión firme con la metrópoli en defensa de sus
intereses, se limitaron a las reformas que necesitaban y obtuvieron, así como a
tener un lugar social preeminente en la Isla, y nunca quisieron arriesgarse a
guiar la separación de España y establecerse como clase nacional.
La segunda
mitad del siglo registró un gran número de avances relacionados con el
dinamismo económico previo, aunque este perdió su relativa autonomía y se
subordinó a la economía de Estados Unidos. El dinero y las relaciones
mercantiles —que regían a esta segunda formación económica de la historia de
Cuba desde su inicio en las últimas décadas del siglo XVIII— se generalizaron y
se volvieron aún más determinantes en la vida social, lo que hace escandalosa a
nuestros ojos la anomalía constituida por la esclavitud y el orden de castas.
Los deseos y reclamos de modernidad se volcaron a las novedades mecánicas y del
consumo; en el campo intelectual sucedió una ampliación progresiva de los
participantes, un auge del periodismo y renovaciones literarias y artísticas.
El mundo de próceres de las dos generaciones previas fue sustituido por el de
los profesionales, los “doctores”. Se puso en marcha y avanzó relativamente el
proceso de profesionalización de los intelectuales y de separación de las
disciplinas y profesiones.
La formación
de la población de Cuba tiene mucho interés para nuestro tema, pero aquí solo
puedo mencionarla. El período de siglo y medio transcurrido entre 1780 y 1930
es esencial para comprender la composición de la que partió el estado actual de
la población cubana. El rasgo principal de aquel período fue la inmigración,
con predominio de la forzada, en los primeros ochenta años. Una de las
obsesiones de la segunda mitad del siglo XIX fue “blanquear a Cuba”. La masa de
inmigrantes procedentes del Estado español aumentó y fue más numerosa en los
treinta primeros años del siglo XX que en toda la época colonial, pero el nuevo
auge azucarero de los años diez y veinte exigía más trabajadores, y cerca de
medio millón de caribeños vinieron a Cuba: dos terceras partes de ellos eran
haitianos.
Los
contingentes de inmigrantes y el crecimiento vegetativo del período integraron
la composición plurirracial y completaron la formación del pueblo cubano. Es
cierto que las identidades originarias han dejado múltiples marcas en ese
conjunto, que brindan mucho de la riqueza y la diversidad cultural del país
actual, pero esas identidades siempre han estado sometidas a un fortísimo
complejo que las unifica o reúne a un grado muy superior al que existe en
numerosos países de formación análoga. En los años recientes la reivindicación
de ciertas procedencias étnicas o geográficas —curiosamente sesgada— por parte
de numerosos cubanos es interesante, aunque a veces tiene motivaciones
espurias, pero las identidades a las que se refieren resultan ciertamente
subalternas respecto a la nacional.
Toda la
complejidad de culturas establecidas en Cuba durante aquel proceso, con sus
coexistencias, interinfluencias y mezclas, fue sobredeterminada por el ciclo de
revoluciones radicales de 1868-1898. Ellas derrotaron a las ideas dominantes de
evolución o conservación, acabaron con el régimen de castas, le dieron un
sentido de libertad conquistada al final de la esclavitud, desquiciaron y
abatieron el dominio colonial y trasladaron el centro de la individualización
de las personas a la creación de una república democrática con ciudadanos
formalmente iguales en derechos y deberes. Se fue formando una nueva identidad
que no procedía directamente de ninguna de las etnias, razas, clases sociales o
culturas caracterizadas del país, a partir de la acción revolucionaria, de sus
demandas de libertad personal y política, autodeterminación del pueblo de Cuba,
república soberana democrática y justicia social, y de las representaciones y
el aparato simbólico que la propia Revolución iba generando. El ser cubano y la
nación cubana se convirtieron en realidades mediante la actuación y la
conciencia políticas, que se ejercieron eficazmente sobre la comunidad en
formación y sobre las demandas, anhelos y esperanzas de sus componentes.
Sacudir el
yugo colonial implicaba audacias, creaciones, abnegación, los mayores sacrificios
y tareas ciclópeas, pero reunirreunirreunirlos elementos que componían la
sociedad de la Isla susceptibles de participar en la Revolución, superar sus
contradicciones y aversiones mutuas y hacer viable esa unificación implicaba
otro esfuerzo, por lo menos tan difícil como aquel. A este segundo campo de
trabajos supremos no se le ha prestado una atención suficiente.
En la
constitución de la nación cubana no hubo nada comparable al prestigio que
adquirieron las prácticas de violencia revolucionaria para alcanzar la
libertad, la justicia social, la nación y la soberanía. La guerra
revolucionaria educó a unos y reeducó a otros, instituyó personas nuevas que
adquirieron gran seguridad en sí mismas, recias convicciones y nuevas
capacidades, y proveyó a los cubanos de vivencias y experiencias colectivas que
los soldaron en una nueva entidad que no hubieran logrado en muchas décadas de
transcurso pacífico. La Revolución del 95 fue el evento principal y de mayor
trascendencia de aquella época. Ella produjo una movilización masiva subversiva
y sostuvo una guerra revolucionaria muy organizada, con un gigantesco aparato
militar, de gobierno y de base popular, fue unificadora de ideas y sentimientos
e hizo retroceder al racismo dentro de sus filas y a escala nacional. Se
enfrentó al mayor ejército que ha pasado de Europa a América en todos los
tiempos, a los grandes recursos y otros factores favorables al poder colonial,
al genocidio de 1896-1897, y los venció.
Después de
1840 la burguesía de Cuba no desplegó más iniciativas políticas de corte
autónomo, y no osó pensar en salir de la sumisión colonial; desde esa fecha
cesó también el debate de ideas. La Revolución de 1868 a 1880 fue totalmente
ajena, por tanto, a aquella cultura de élite, y en la práctica la negó. El zurcido
burgués que la presentó como el antecedente de la epopeya revolucionaria, capaz
de ir de Yara a Baraguá, es un trabajo muy posterior, hijo de la pretensión de
expropiar al pueblo cubano del lugar de sus orígenes. En la fase postrera
colonial de 1880-1895 el auge publicitario e intelectual trabajó también con
materiales del pasado anterior a la guerra —como era de esperar— pero es
engañoso creer que él podía iluminar la nueva política. El evolucionismo
antirrevolucionario asumido por nuevos intelectuales liberales, políticos
profesionales autonomistas que intentaron apoderarse de la representación del
cubano, evidenció el gigantesco paso de avance que había dado la cultura cubana
gracias a la Revolución.
Para ser
real, el separatismo de 1868 había tenido que ser independentista intransigente
y abolicionista; en los años noventa el independentismo tuvo que rechazar la
cultura política evolucionista de Cuba e intentar convertirse en liberación
nacional. Con razón celebramos una parte de su legado, el pensamiento y la
prédica martiana, cuya trascendencia nos marca el presente y apunta al futuro,
pero es necesario tomar más conciencia y conocer mejor otro legado muy
trascendente de la Revolución: la apelación a los sentimientos, las expresiones
orales y gestuales, las consignas, para divulgar y defender ante la masa del
país su posición y su proyecto, y para motivarla a la acción y el sacrificio.
Por sus
acontecimientos y sus realidades cotidianas, por la historia del movimiento
revolucionario durante la contienda y el protagonismo guerrero de una gran masa
de participantes en su mayoría iletrados, la Revolución del 95 fue el apogeo de
la acción, y eso no les daba mucho lugar ni demasiada fama a los intelectuales.
El pueblo naciente fue quien perfiló sus símbolos, su imagen y la formulación
primera de su gesta. El combatiente y el veterano fueron los nuevos personajes
ejemplares de la sociedad, muy lejos de los próceres de la primera mitad del
siglo XIX, y tuvieron un peso que equilibraba el de los doctores de la segunda
mitad. El ejercicio de la ciudadanía como un derecho de iguales nació en la
guerra, no en el padrón autonomista ni en el del interventor. La democracia
cubana fue una conquista de la guerra revolucionaria, no una reforma de
políticos sagaces alimentada por intelectuales de gabinete; sus prácticas a
partir de 189918991899no fueron de ningún modo un regalo, sino una necesidad de
las clases dominantes.
No se ha
escrito una historia del antintelectualismo cubano —que sería fascinante y a
ratos iluminadora— pero es indudable que habría que ligarla en cuanto a sus
orígenes a las contradicciones entre tres realidades: la necesidad de crear
movimientos políticos revolucionarios mucho más avanzados que el medio
ideológico letrado de la época y las creencias ligadas a él; los ideales y el
mundo espiritual desarrollados por las movilizaciones y las acciones de la masa
humilde del país, que hicieron viables las revoluciones y les dieron su
realidad y su ambiente; y las necesidades de restablecimiento del orden, respeto
a algún tipo de jerarquías que no procedieran de la lucha armada y
clasificación de las personas y las actitudes según los cánones civilizatorios
entonces vigentes en Occidente, originadas por el recorte del alcance de la
Revolución dentro de su propio campo durante la guerra y por el descalabro que
sufrió el conjunto de ese campo a consecuencia de la ocupación militar
norteamericana y del carácter de la primera república burguesa neocolonial.
La sociedad cubana comenzó a conformarse desde la conquista y colonización de la Isla por parte de los europeos, encabezada por el Adelantado Diego Velázquez a principios del siglo XVI. En ella se fueron integrando elementos culturales y humanos de aborígenes, africanos y europeos, adaptándose al medio natural existente. De esta mezcla sociocultural nació el criollo.
ResponderBorrarLa primera evidencia de la integración sociocultural es la estancia donde convivieron los tres componentes. Las diversas actividades económicas y el nuevo modo de vida fueron creando costumbres nuevas. El vínculo con el territorio donde se nace y el sentimiento de identificación con el lugar donde se crea la familia, es el punto de partida para el concepto de patria, muy diferente con los intereses y sentimientos hispanos.
En una sociedad tan compleja y contradictoria se expresaron tendencias ideológicas diferentes, según fueran sus intereses de clase.
En cada una de nuestras luchas se fundamentan la formación de un conjunto de los valores, tradiciones patrióticas y combativas que se fueron enriqueciendo en contiendas futuras que sustentaron tanto la cubanía que nos identifica a nivel nacional e internacional y sustentando la cultura tan enriquecida de nuestro país.
María de la Caridad Díaz Caballero. grupo: 4
María: Resulta interesante tu comentario, pero esperaría alguna pregunta de tu parte, y en especial, algún cuestionamiento de lo que dice el artículo, algo que merezca la pena ser contrastado, etc... Yo te preguntaría, por ejemplo, ¿Cómo demuestras lo que dices en el último párrafo de tu comentario? Abrazos
BorrarPreguntas sobre el artículo
ResponderBorrarCultura y cubanía. Libertad y justicia social
Nombre: Gleidys J. Ruenes Murray
Grupo: 4
Como bien se ve en el articulo la formación de la identidad y la cultura nacional estuvo influenciada por distintos factores sociales a lo largo de la historia, de ahí que todo ello se vea como un proceso y no la simple aparición o aplicación de ambos conceptos. ¿Sin embargo,
si lo vemos como un proceso, es posible hablar solamente de formación?, ¿solo se ve la cubanía en un sentido estático ubicado en el pasado y que se mantiene hoy?, ¿la cubanía no se desarrolla, no se perfecciona, no se modifica con factores sociales actuales que influencien la conciencia colectiva?
¿Por otro lado, si uno de los rasgos que hoy caracteriza a la nación cubana, que tenga su procedencia en un contexto histórico pasado diferente, llega a modificarse, a minimizar o a perder su prevalencia, entonces diríamos que se está perdiendo nuestra identidad?, ¿o seguiríamos llamándole cubanía, aunque no esté asimilado por la mayoría de la población, aunque no sea aplicado por una conciencia colectiva a nivel nacional?
Gleydis:
Borrar¡Claro que la cubanía o la cubanidad no se ha quedado estancada en un siglo determinado! Ese es una construcción cultural en permanente crisis (quiere decir esto en lucha aguda de sus elementos constituyente) que da lugar a reformulaciones periódicas...
La cubanía algunas personas la confunden con cierto folclorismo o simplificación de (por ejemplo) tabaco, ron, azúcar, mulatas, etc... A veces, incluso, se quieren poner "profundos" y empiezan a inventarse "valores" que no son tales... En fin, lo que queda claro es que la cubanía, como noción de identidad nacional está en construcción permanente y enriqueciéndose de los aportes culturales (esto no es artístico) de todas las cubanas y cubanos.
Mi nombre es Lienis Galano Lafita, soy estudiante del grupo 3 del 1
ResponderBorraraño de Psicología.
El artículo lo considero muy interesante pues me gustó mucho la manera magistral con la que el autor trató temas tan importantes que forman parte de nuestra cultura; la forma en la que el autor abordó el problema del racismo, cómo este mal se manifiesta desde tiempos antiguos, así como describe rasgos de épocas anteriores. Otra de las cosas que considero interesantes fue cuando habló acerca del camino hacia la identidad nacional, asunto que a mi opinión es sumamente importante, pues cada cubano debe tener conocimiento sobre cuál fue la senda que posibilitó la creación de nuestra identidad. De manera general el escrito nos remite a nuestra historia y nos muestra algunas dificultades de nuestra sociedad que ha trascendido los siglos y que aun en nuestros días constituye no se ha solucionado del todo que es la discriminación racial.
Solo quisiera hacerle algunas preguntas acerca del artículo no tengo muy claras?
¿Por qué la historia que se enseña en las escuelas y se consume en los medios de divulgación masiva no han incorporado la compleja realidad de la vida y de los caminos que emprendieron los grupos sociales de Cuba en el proceso de su formación, constitución y existencia como nación?
Lienis:
BorrarGracias por las preguntas y comentarios... ¿Por qué no se enseña esto en la escuela o se divulga mejor por los medios? Hay múltiples causas, te digo algunas, de mi cosecha:
- simplificación de la historia a fin de adaptarla a formulaciones ideológicas prestablecidas (además de que es más fácil para "enseñar")
- carencias en la historiografía de análisis que tomen en cuenta la complejidad de los asuntos tratados
- dificultades para acceder a las voces de los grupos excluidos históricamente (¿has escuchado alguna vez de un diario de un esclavo negro?, por ejemplo...) Si la historia la escriben los que ganan...
- prurito para abordar algunos problemas nuestros (a veces nos da vergüenza hablar de determinados problemas en público, como nación me refiero)
En fin, esto es lo que yo te diría, incluso con la cuota de responsabilidad que me da el ser parte del problema...
Abrazos
Roque
Miguel Roca preguntó: En “La unidad nacional” está incluida la identificación de enemigos, y esta actividad se articula tanto para aquellos enemigos externos como aquellos internos, de acuerdo a los intereses del núcleo rector de “La unidad nacional”
ResponderBorrarCuando se dice “la dominación de clase que se ejerce en el seno de la sociedad”, ¿se habla de aquella ejercida por parte de la nación como estado, gobierno, o representaciones colectivas y/o razas, grupos étnicos, etc.?
¿Cómo categorizaría a esta nación, cambiante o resistente?
¿A qué se refiere con permanencia?
¿Qué significa: “La cultura nacional implica la existencia de una cultura dominante dentro de una pluralidad cultural, y lo mismo sucede si consideramos la economía nacional o la educación nacional”? ¿Cuál es específicamente la cultura nacional, la dominante, y la pluralidad cultural? Qué ejemplos identificarían estas denominaciones.
-Concuerdo con el aspecto de concepto de nación referido a las representaciones colectivas, donde juegan un papel importantísimo la convergencia de multitudes de subjetividades individuales, en múltiples contextos que interactúan mediante las primeras, promoviendo así un flujo de relación sistémica de actividades, que desde los sentidos subjetivos de cada actor social derivados ya sea de la raza, religión, familia, etc., conforman las representaciones sociales que identifican los patrones nacionales distintivos de una cultura o sociedad determinada.
Miguel! Gracias por tantas preguntas y comentarios... Algunas cosas de las que preguntas las vimos en el aula. Otras te las comento por aquí.
BorrarEl autor utiliza la categoría de dominación para dar a entender un complejo fenómeno en el cual unos grupos sociales imponen su cultura (no solo el arte, sino toda la producción y reproducción material y espiritual) a otros grupos sociales. Para ello (estoy simplificando un poco) se valen de la represión o el consenso o sus mezclas. Hay, en la cultura nacional, una cultura dominante: en el siglo XIX fue, en una parte, la de la esclavitud, luego la de la liberación nacional; y ello se traduce en la conciencia cotidiana de diversas maneras, ayudados por aparatos ideológicos. A la cultura dominante del siglo XIX le fue funcional la existencia de la esclavitud, a la del siglo XX le fue funcional la existencia del racismo y el miedo al comunismo, por poner ejemplos... Ahora, eso no significa que no surjan formas culturales alternativas, algunas de las cuales entran en lo que llamaríamos cultura de la emancipación.
En “La unidad nacional” está incluida la identificación de enemigos, y esta actividad se articula tanto para aquellos enemigos externos como aquellos internos , de acuerdo a los intereses del núcleo rector de “La unidad nacional”
ResponderBorrarCuando se dice “la dominación de clase que se ejerce en el seno de la sociedad”,se habla de aquella ejercida por parte de la nación como estado, gobierno,o representaciones colectivas y/o razas , grupos étnicos, etc.?
¿Cómo categorizaría a esta nación, cambiante o resistente?
A que se refiere con permanencia?
¿Qué significa: “La cultura nacional implica la existencia de una cultura dominante dentro de una pluralidad cultural, y lo mismo sucede si consideramos la economía nacional o la educación nacional”? Cual es específicamente la cultura nacional ,la dominante, y la pluralidad cultural? Que ejemplos identificarían estas denominaciones.
-Concuerdo con el aspecto de concepto de nación referido a las representaciones colectivas, donde juegan un papel importantísimo la convergencia de multitudes de subjetividades individuales, en múltiples contextos que interactúan mediante las primeras, promoviendo asi un flujo de relación sistémica de actividades, que desde los sentidos subjetivos de cada actor social derivados ya sea de la raza , religión , familia , etc., conforman las representaciones sociales que identifican los patrones nacionales distintivos de una cultura o sociedad determinada.
Miguel! Gracias por tantas preguntas y comentarios... Algunas cosas de las que preguntas las vimos en el aula. Otras te las comento por aquí.
BorrarEl autor utiliza la categoría de dominación para dar a entender un complejo fenómeno en el cual unos grupos sociales imponen su cultura (no solo el arte, sino toda la producción y reproducción material y espiritual) a otros grupos sociales. Para ello (estoy simplificando un poco) se valen de la represión o el consenso o sus mezclas. Hay, en la cultura nacional, una cultura dominante: en el siglo XIX fue, en una parte, la de la esclavitud, luego la de la liberación nacional; y ello se traduce en la conciencia cotidiana de diversas maneras, ayudados por aparatos ideológicos. A la cultura dominante del siglo XIX le fue funcional la existencia de la esclavitud, a la del siglo XX le fue funcional la existencia del racismo y el miedo al comunismo, por poner ejemplos... Ahora, eso no significa que no surjan formas culturales alternativas, algunas de las cuales entran en lo que llamaríamos cultura de la emancipación.
1. ¿Cuál es la dimensión del ámbito social que circunda al individuo en la formación de su identidad nacional?
ResponderBorrar2. ¿Desde qué etapa de la historia de Cuba, nuestro país se erige como nación?
3. ¿Cuándo empezamos a hablar de identidad nacional en Cuba?
Arlette:
ResponderBorrarEntiendo que estas preguntas son parte del resultado del debate en el aula... ¿Es así?
Sobre la pregunta 1... No sé qué querría decir "dimensión del ámbito social", si se refiere a tamaño, a líneas de formación, etc. En cualquier caso, la formación de la identidad nacional pasa por la formación de una identidad individual que se relaciona con el sistema-mundo en varias escalas, incluyendo la escala territorial de lo que llamamos "Patria". Mira, se me ocurre un fragmento de canción de Calle 13 para ilustrártelo: "El que no quiere a su patria no quiere a su madre" ¿te suena conocida esa asociación entre el amor a la patria y a la madre?
Sobre la pregunta 2. Nuestro país se erige como nación en el siglo XIX. Algunas personas discuten el "momento exacto" y sitúan algunos hitos: el 10 de octubre de 1868; la Asamblea de Guáimaro (creó la República de Cuba); el fin de la Guerra de los Diez Años, 1898... Yo me inclino por la guerra del 95 y sobre todo, el fin de la invasión a occidente, porque fue el momento cumbre en que Cuba se vio como Cuba, de un extremo a otro. El país completo entró en la hoguera de la guerra, ahora con una clara connotación nacional (que iba más allá de las fronteras por la participación inestimable de la emigración) Yo creo que ese sería el punto de inflexión. Pero habrá otros que piensen otra cosa... ¿Puedes seguir averiguando?
De la 3. Aquí hay para cortar por varios lugares... ¿cuándo comenzamos a identificar a Cuba como un conjunto, más allá de La Habana, por ejemplo, o de Oriente, por situar otro ejemplo? ¿Cuánto de "identidad nacional" en la Asamblea de Guáimaro que nos dotó de la actual bandera nacional? ¿Cuánto de identidad nacional había en "Perro huevero", la obra de teatro que terminó a tiros en el Villanueva? ¿Se alcanzó al fin una noción de identidad nacional cuando Martí logró la creación del PRC? ¿O fue quizás cuando la Guerra del 95 se extendió por todo el país?
1- Al inicio se plantea que la cultura cubana está fuertemente ligada a lo político, en lo cual desempeñaron un papel fundamental las luchas por la independencia. ¿Entonces se puede decir que la guerra del 68 fue la base y la del 95 consolidó la identidad y cultura cubana junto a la constitución política ideológica?
ResponderBorrar2- Refiriéndose a las agresiones desempeñadas por la dominación capitalista, ¿las más brutales son parte de la guerra dura y las más sutiles se manifiestan en la guerra blanda? ¿Esa es la única clasificación?
3- En el artículo se menciona el colonialismo mental y de los sentimientos como una de las más graves y persistentes debilidades de nuestro campo. ¿Este colonialismo se implanta mediante la subversión?