Nota Editorial (de Roque): Este es el primero de los trabajos que el grupo de 4to de Periodismo ha elaborado. Tiene la particularidad que se trata de una entrevista distópica, pero creo que muy interesante en el rescate de una personalidad muy conocida en la época republicana. Las dejo a su consideración (y comentarios) con el propósito de seguir discutiendo sobre este período de la historia nacional.
Programa: Con dos que se quieran 3
Corte:
Rueda presentación (La misma de la segunda temporada: Amaury Pérez caminando
por los pasillos de los Estudios Abdala como quien no sabe cómo llegar al
estudio principal. Esta temporada retoma el viejo hábito de vestirse con sacos
llamativos como en la primera temporada y mantiene los mismos espejuelos
oscuros similares a los de José Tejedor).
Amaury: (Ya
sentado en el butacón después de dar más 17 vueltas en el mismo pasillo) Muy buenas noches, estamos en Con Dos que se
quieran, Tres, aquí como es habitual, en 5ta. Avenida y calle
32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.
Esta
temporada queremos comenzar por todo lo alto. Hoy nos acompaña uno de los
periodistas más grandes del siglo XX cubano. Un hombre que se consagró al
oficio reporteril y las crónicas. Uno de mis más viejos amigos y queridos
amigos. El señor Manuel Márquez Sterling.
Corte: Se levanta
Amaury, se dirige a su entrevistado y se funde con él en un fuerte abrazo.
Amaury: (sentándose) Bienvenido Manuel, es realmente un placer tenerte aquí
Manuel: Gracias Amaury. Aunque la verdad el placer es mío porque sé por fuentes
confiables todo los problemas que te ha causado invitarme en estos días donde
solo Ciro Bianchi y algunos costumbristas casuales me invocan.
Amaury: La verdad, es que, como bien dices, no ha sido
sencillo. Las invocaciones necesitan más trámites a medida que pasan los años.
Pero no es nuestro objetivo hablar de burocracia. Estamos aquí para hablar de
ti y tus mejores años durante la República.
Pero antes de entrar en la Cuba del período 1902-1959, quería preguntarte
por ese gran amigo en común que tuvimos tú y yo durante la lucha
independentista. El más universal de todos los cubanos: el Apóstol, José
Martí. Cuéntanos de tu relación con Pepe.
Manuel: No sabes cuánto me honra hablar de Pepe. A Pepe, lo conocí en 1894
mientras colaboraba con el periódico La
Lucha allá en México. Yo acababa de de dejar la Licenciatura en Derecho,
quería terminarla, pero la situación económica me golpeó. Tú sabes que los
periodistas siempre hemos sido mal pagados.
Recuerdo que Pepe, al tiempo de conocernos, me empezó a hablar de revolución
e independencia y no paraba. Estaba convencido de que una República “con todos
y para el bien de todos” era posible. Te juro que entre su discurso y el asma
que me atacaba me aturdieron tanto que quedé engatusado por Pepe. Aunque no
negaré que mi familia simpatiza con la
independencia desde 1868. Pero eso no quita que Pepe tenía una oratoria divina.
Amaury: En eso concuerdo contigo, hermano mío. Todavía recuerdo cuánto me
persiguió para que cantara al inicio de algunos espectáculos del teatro Bufo
con mis canciones más patrióticas para usarlas como propaganda política y sacar
dinero para la causa. Realmente Pepe resolvía todo con su oratoria. Era un gran
hombre.
Pero bueno, entremos ya en materia. Primero háblame de
Don Tomás y aquella famosa entrevista que te censuró, en el mejor sentido de la
palabra, y te reclamó una revancha. ¿Cómo fue la historia?
Manuel: Estrada Palma siempre me utilizó como su portavoz. Cada
vez que deseaba exponer sus planes para la gestión de gobierno me mandaba
buscar y me concedía una entrevista. Por aquellos años yo escribía para El Mundo. La gente leía bastante mis
trabajos. Y él terminaba bastante contento con mis escritos.
El problema comenzó cuando yo me puse un poco picu´o y le
comencé a escribir dos o tres verdades necesarias en el periódico y él se
encabronó conmigo. Sin embargo, se portó bastante diplomático. Me cedió esa
entrevista por la que me preguntaste y yo aproveché la oportunidad.
La situación estaba candente. Don Tomás se quería
reelegir y José Miguel Gómez lo amenazaba con un alzamiento en armas del
Partido Liberal. Tanto revuelo y yo en el medio. Era la entrevista del momento.
Y fue un palo periodístico, bueno, hubiera sido, porque
me censuró. Estrada Palma me había dicho que su intención no era reelegirse, si
no, dejar en el poder a alguien capaz de continuar su obra. Me dijo que no
dejaría que ningún corrupto se
sentase en la silla presidencial. Vaya, en otras palabras: me dijo que
José Miguel era un corrupto y que no le daba la gana que fuera presidente para
hundir al país y llenarse los bolsillos. ¿Era o no era un palo periodístico,
Amaury?
Amaury: Sin dudas Manuel. Y Don Tomás no se equivocó porque
“tiburón” se bañó y salpicó bastante.
Manuel: Eso en José Miguel era de esperarse. Él era un burgués
que sabía manejar bien el dinero. Don Tomás, era la mejor opción. No lo había
hecho mal en cuestiones de administración y no fue corrupto. Pero se le fue la
catalina al darse cuenta de que gobernaba la casa del prójimo y el vecindario
ajeno. Lamenté con toda mi alma que perdiera su lucidez. Y no volví a verlo en
su trémula poltrona.
Amaury: ¡Qué bellas
palabras! Se ve que no has perdido ese toque peculiar al escribir.
Manuel: Gracias, Amaury. Estoy algo oxidado por los años, pero
me emociona hablar de Don Tomás. Lo admiré en vida. Él creía en la República
como yo. Solo que ya estaba viejo y tenía a los yanquis presionándolo por un
lado y los liberales por el otro. Fue demasiado para él.
Amaury: Bueno. Cambiemos el rumbo pero siguiendo líneas
similares. Recuerdo que un viaje nos íbamos para México, era 1903 si la mente
no me falla (Manuel asiente con la cabeza), juntos en la delegación cubana de
la naciente República y llegamos todos menos tú porque Porfirio Díaz te declaró
persona no grata. No recuerdo exactamente porque fue. ¿Por qué no me refrescas
la memoria un poco?
Manuel: Venga Amaury, tú te acuerdas de cada momento. Esa vez me
sentí humillado y a la vez me reconfortaba. Me explico. Porfirio, a quien su
difunta madre no pudo otorgarle mejor nombre, fue víctima de mis críticas y se
molestaba cuando me leía. A tal punto que me declaro persona no grata. Sin
embargo, el simple hecho de que se tomara la molestia de esperar mis escritos
buscando razones para botarme de México indica que estaba cumpliendo con mi
deber social. El era un dictador y se merecía mucho más que mis críticas.
Amaury: Pero bueno, la vida demostró que tenías razón y te dejo
volver a la tierra de los aztecas. Recuerdo que Francisco Madero te recibió con
los brazos abiertos.
Manuel: Pancho era un buen tipo, pero estaba bastante solo en
términos de política exterior. Estados Unidos le hizo una guerra sucia y, junto
a la oposición mexicana, asesinaron a Madero. Yo me moví rápido para salvarlo,
pero lo más que pude hacer fue traer a su familia para Cuba.
Amaury: Eran tiempos difíciles. Recuerdo que tuve que tomar el
primer barco para Cuba escondido porque me buscaban por “agitador político”.
Yo, un simple trovador revolucionario. Eran los antecedentes de la Guerra Fría.
Manuel: Creo que se te fue la mano con lo de la Guerra Fría,
pero no dejo de reconocer que eran tiempos duros.
Amaury: Ya queda tiempo solo para una última pregunta. ¿Dime que
se siente ser presidente de la República de Cuba?
Manuel: Amaury, te juró que no sé que responderte porque apenas
duré seis horas en el poder y para colmo comencé en la mañana y ya al mediodía
me estaban dando la mala. No pude siquiera arreglar ni lo más mínimo en el
desastre que dejó Carlos Hevia. Mira, para decirte que no tuvieron tiempo ni de
hacerme una manifestación.
Nada más, dieron las doce me montaron en un barco y hasta
Washington no paré. Lo que si te puedo decir es que no es un trabajo fácil y
poco entretenido. Prefiero escribir. Eso sí me da placer.
Amaury: Bueno Manuel, ya el tiempo se nos agotó. Realmente ha sido un placer tenerte aquí
compartiendo como hacía rato. No
quiero despedirte sin antes darte un abrazo y un beso bien grande para agradecerte por tu preciado tiempo. Un abrazo para mi hermano de toda la vida.
Corte: La
cámara sube y se aleja mientras ambos se funden en un
abrazo estremecedor que demuestra el entrañable cariño que existe entre estos
dos hombres.
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