Nemo patriam
quia magna est amat, sed quia sua
Séneca
Si por Santa Felicia, Marianao, pregunta por Juan
Arnaldo Gaínza lo más probable es que nadie le sepa contestar; ahora, si
pregunta por “Pipo”, cualquiera puede indicarle el camino. A Pipo lo conoce
mucha gente porque siempre ha vivido ahí. Hay familias cuyos abuelos, padres e
hijos crecieron viéndolo caminar por el barrio, buscar los mandados o jugar
ajedrez en las esquinas.
Aunque no se queja mucho, Pipo dice ser un “viejo
cañengo”, para quien lo ve por primera vez resulta increíble la buena forma en
que se mantiene para sus 90 años. Si alguien le alaba su longevidad el viejo se
ríe y comienza a alardear:
“Bicho malo nunca muere” o “Mantén la mente ocupada
y jode mucho. ¡Qué sé yo! Fuma tabaco que el que se cuida mucho vive poco”.
Vive con su hijo (maestro de preuniversitario
retirado) en una casita pequeña y llena de humedad. Tras cruzar el umbral te
asalta un fuerte olor a tabaco recién prendido y encuentras a Pipo sentado en
su sillón con el rostro nublado por el humo. Los muebles están casi todos
rotos, no obstante el televisor es un moderno “pantalla plana” que si te
detienes a mirarlo, Pipo te dirá que se lo trajeron de Estados Unidos. Acto
seguido registrará la casa en busca de las fotos que le ha mandado su nieto,
que se fue ilegal del país hace unos años. Su foto favorita la tiene bien
enmarcada. Es de hace unos meses y en ella aparece su bisnieta de un año
cargada por un enorme Mickey Mouse.
“¿Viste qué linda la enana? Eso fue en Disneylandia.
Cuando crezca un poco a ver si la traen, pa´ conocerla.”
***
Juan Arnaldo tiene una memoria de elefante. Sobre
Marianao no hay mapa que describa sus calles mejor que él, ni libro que conozca
más de su historia. Pipo no ha salido nunca del municipio: allí nació, allí hizo
su familia, allí vive y allí quiere morirse.
“Esto ha cambiado mucho pero uno sabe que la esencia
no se pierde. Por mucho que hayan puesto a Playa y La Lisa como municipios
independientes, todo sigue siendo Marianao. Ser de aquí, al menos para los
viejos, es como tener una segunda nacionalidad, una segunda patria.”
Su padre, Antonio Jesús, y su abuelo, Tomás,
nacieron también en Marianao. Cuenta Pipo que Tomás Gaínza fue una especie de
funcionario público dentro de la comunidad que no pudo llegar lejos en el mundo
de la política. Poco antes de instaurarse la República trabajó junto con el
General Francisco Leyte Vidal cuando este último fue nombrado Alcalde de
Marianao por el veterano mambí Juan Rius Rivera, en 1900.
“El
General Leyte Vidal era de Oriente y tenía fama de tipo duro pero en el fondo
era más bueno que el pan. A mi abuelo le costaba creer que un hombre así,
adaptado a arrancar cabezas de cuajo con su machete, fuera tan inteligente y
diplomático. Mientras fue Alcalde organizó a la Policía Municipal, construyó un
cementerio, dio terrenos para la construcción de un hogar infantil y renombró
las calles para quitar todo lo que oliera a la etapa en que los españoles
tenían a Cuba. ¡Ah! Pero como tipo duro que era, al General le molestaba tener
a los americanos tan cerca. Por esa época los yanquis estaban en Columbia y
tenían alborotado todo esto.”
Pipo detiene la conversación y se queda pensativo,
intentando forzar su memoria.
“Te
decía… el General Leyte Vidal estaba tan acomplejado con los americanos que le
escribió un telegrama al mismísimo presidente de los Estados Unidos, firmado
por él como Alcalde de Marianao. El telegrama decía así más o menos: Ayuntamiento Marianao pide independencia
país. Pueblo de Cuba capaz de gobernarse. ¡Mira tú que tipo ese!”
Escucharlo citar con tanta precisión causa dudas. Es
imposible que recuerde con increíble exactitud las historias de su abuelo, pero
él contesta que también ha leído un poco. Su hijo, maestro de historia recién
retirado, atendía la memoria histórica de la localidad y así Pipo conseguía
bibliografía. Sus cuentos son una fusión perfecta de libros y vivencias
adornados con dicharachos y valoraciones entrelíneas.
“Marianao
es un lugar importante y lleno de anécdotas curiosas. Por ejemplo: ¿tú sabías
que aquí mataron a Quintín Banderas? Dicen que el negro aquel era candela viva
y que lo ascendían y lo degradaban a cada rato, pero cuando terminó la guerra
ya era un viejo que no tenía ni donde caerse muerto. Cuando Estrada Palma fue
Presidente, dicen que Quintín fue a pedirle ayuda financiera pero el vendío ese
lo que le dio fueron limosnas. Eso no le gustó al negro y se alzó en una
guerrita que se había formado contra Estrada Palma. Después de la guerra de
independencia parece que a la gente se le olvidó que los negros fueron de los
que más machete dieron y la discriminación racial se volvió algo normal en
Cuba. El pobre de Quintín pagó por rebelde, pero sobre todo, por negro.”
“Resulta
que se había alzado por esa zona del Wajay, El Cano, Arroyo Arenas… por allá.
Estuvo un tiempo asaltando trenes, formando tiroteos, en fin. Eso no le gustó
nada al Presidente, quien mandó a la Guardia Rural y a las tropas de un tal
Capitán Delgado a ponerle fin a aquello. Quintín, se dio cuenta que estaba muy
viejo pa seguir luchando y que al final esa guerrita no iba a resolver su
problema, así que le pidió un salvoconducto a Estrada Palma y este se lo dio.
Hay quien dice que lo machetearon mientras dormía, otros que lo mataron a
traición mientras Quintín conversaba con la Guardia Rural sobre el supuesto
salvoconducto. Al final lo tasajearon todo, dejándole la cara irreconocible.
Después lo exhibieron por las calles de Marianao y lo enterraron en una fosa.
Le tenían tanta rabia al negro que hasta le prohibieron a su viuda ponerle
flores. Por suerte un buen cura rescató los restos de Quintín.”
“¿Viste?
Todo eso pasó aquí, el problema es que ya nadie se dedica a investigar más,
pero sí… fue aquí. Fíjate tú que Marianao era importante, que el mismísimo
Maceo iba a meterle mano, lo que murió unas horas después de haber planificado
la estrategia del ataque a Marianao. Jeje. Pero ese cuento te lo hago después u
otro día”.
Pipo era un niño cuando el machadato y no recuerda
mucho de aquella época. Lo que sabe es por los cuentos que le hacía su padre.
Según él, está en la sangre de su familia la pasión por la historia y por
contar cuentos.
Tomás Gaínza, por su parte, no fue un revolucionario,
pero como a la mayoría del pueblo, no le agradaba la figura de Gerardo Machado.
“Mi
padre no fue alborotador. Todo lo contrario: lo de él era mantenerse lejos de
los alborotos. Pero cuando nombraron a Machado “Hijo Adoptivo del Municipio” sí
que se lanzó a protestar con los muchachos.”
“La
idea del nombramiento fue del Partido Conservador, que tenía su Asamblea
Municipal. ¡Muchacho, aquello causó un revuelo! Imagínate que la gente salió a
protestar, sobre todo los estudiantes. Metieron preso a muchos jovencitos,
entre ellos a Juan Manuel Márquez que desde esa época ya se estaba haciendo una
figura por aquí. La cosa llegó a ponerse
tan fea que los petardos y los tiroteos te los encontrabas en cualquier
esquina. Por ejemplo, los estudiantes usaron coches-bombas contra la policía, mataron
al Jefe de la Policía Municipal y a cada rato baleaban a un funcionario
machadista. Por supuesto, la policía no se quedó de brazos cruzados. El viejo
me decía que acabadito de nacer yo, él se encontraba al menos una vez a la
semana con un estudiante muerto en una esquina o una balacera en un callejón.
Jeje! A partir de ahí jamás se metió en nada de política. No es que el viejo se
me haya apendejado, es que simplemente tenía un niño chiquito que mantener y la
cosa estaba más dura que de costumbre.”
Pero las historias violentas no son sus favoritas.
Pipo sabe que, aunque Marianao guarda muchos muertos, también su historia tiene
partes agradables. Cuando habla del pasado siente una nostalgia que no le deja
hablar fluido. Hace pausas, rememora, sonríe, sigue su cuento. Para hacer media
vuelve a encender su tabaco, lo saborea y comienza a mecerse con más fuerza.
“Marianao
era un municipio bien pensado y bonito, no la ruina esta que ustedes, lo
jóvenes, vieron cuando llegaron al mundo. Esta era “La Ciudad que Progresa”, no
la cosa esa que han inventado del Medio Ambiente y la Solidaridad. Fíjate tú
que en Miramar estaban los clubes y las mansiones de los ricos, también
teníamos el Cuartel Columbia con aeropuerto y todo, el Maternidad Obrera (hecho
en el segundo mandato de Batista), el Hipódromo, el Central Toledo, los cines…
Todo eso sin contar la gente importante que nació aquí, como Lezama Lima y
hasta ¡Alicia Alonso! Pa que tú veas.”
“Por aquí por Pogolotti estaban las casas de
los obreros y la gente humilde. A ver, no es que aquí se viviera en pésimas
condiciones, de hambre y niños con la barriga llena de parásitos y eso. No.
Esas cosas sí se veían en los campos pero por aquí no. Yo mismo, que no soy ni leído ni escribido como dice la gente
por ahí, me mantenía bien trabajando de camionero. Cuando jovencito trabajé en
la bodega de un chino amigo de mi padre. Oye… ¡qué manera de ser menuderos esos
chinos! Si tú los vieras. Centavo a centavo se hacían una fortuna. Bueno, la
cosa fue que después me hice de un camioncito y traía para Marianao los
productos de allá de Bauta y Caimito.”
“Por
esa época yo era adicto al juego pero no a la lotería ni nada de eso. A los
casinos mucho menos, porque no tenía con qué. Pero recuerdo que me dio una vez
por apostar al por menor con algunos compañeros míos. A veces jugaba dominó o
ajedrez apostando dinero y quiero decirte que por ahí me ganaba unos pesitos. Una
vez se me ocurrió alquilarme en una casa, cuya azotea daba para el Hipódromo.
Allí me subía yo con mis amigos, agarrábamos dos o tres prismáticos, y desde
ahí veíamos las carreras de caballos. Por supuesto, apostábamos entre nosotros
porque no me iba a gastar un centavo allá adentro.”
Todos saben que a Pipo le gustan los juegos. En
Santa Felicia lo tienen por una especie de Matusalén con las habilidades de
Capablanca. En la sala-comedor de su casa, si uno se fija bien, puede encontrar
encima de la mesa dos tableros de cartulina, y sobre ellos, para que el viento
no los mueva, una cajita de madera con las piezas dentro. En Marianao cada cuadra tiene su grupo de
entusiastas por el dominó, pero de vez en cuando aparecen dos sujetos jugando
ajedrez al aire libre, rodeados por silenciosos observadores que esperan con
ansias su turno de sentarse.
“Mira, te voy a hacer un cuento pa
terminar”-continúa- “¿Tú viste la biblioteca Enrique José Varona? La que está
en 100 y 51. Bueno, ahí donde tú la vez, chiquitica, vacía y olvidada; esa
biblioteca tiene su historia.”
“Mi
segunda esposa trabajó ahí cuando ese lugar valía la pena. La construyeron por
allá por los 40 y hasta hace unos años tenía de todo. Además, allí se reunían
intelectuales de la época, sobre todo jóvenes. Ahora, si mal no recuerdo, creo
que ese era el lugar de reunión de los arielistas. Te lo digo porque en el
periódico El Sol salían escritos de esa gente y sobre la biblioteca también.”
“¡Ah!
¡Esa era la otra! Aquí Marianao tenía sus propios periódicos. Nada de eso de
Granma y Juventud Rebelde nada más. No. Aquí había publicaciones de todo tipo:
comerciales, de política, de cultura… hasta existía el Boletín Parroquial. Pero
el más reconocido era El Sol. En ese periódico había una sección que se llamaba
La Vida Literaria, y si te pones a buscar lo que queda de él, vas a encontrar
en esa sección escritos de Rubén Martínez Villena, Juan Manuel Márquez, Juan
Marinello… En fin, que no era poca cosa. ¡Eso tiene un valor histórico
tremendo! Además, lo bueno que tenía era que no era un panfleto político. Ahí
se decían bien las cosas. ¡Al pan, pan, y al vino, vino! Cuando tenían que
decir dos o tres verdades la decían. Fíjate que su momento de mayor esplendor
fue cuando Juan Manuel Márquez era Consejal de Marianao. Él escribía mucho para
El Sol y organizaba concursos y esas cosas desde ahí. Ahora no. Ahora no
tenemos nada. La gente se olvida y a los muchachones de hoy les da lo mismo
chicha que limoná porque no vivieron aquello.”
***
Juan Arnaldo Gaínza, Pipo, sigue ahí, en su feudo de
Santa Felicia donde algunos le veneran como se quiere a un viejo sabio. Sigue
fumando tabaco en contra de lo que le dicen los médicos, sin embargo ya no
juega tanto ajedrez en las calles porque cada vez se cansa más rápido. A veces
su hijo, y único compañero, le saca el sillón al portal para que coja un poco
de sol y fume tranquilo. Él se sienta, ve a la gente pasar y saluda a los
conocidos.
Pipo ha conocido varias veces a Marianao. A lo largo
de los años su tierra ha cambiado mucho, pero cuando parece desencantarse del
presente encuentra algo hermoso a lo que agarrarse y se enamora de nuevo.Para Pipo, Marianao es un gran libro de cuentos escrito en un microscópico pedazo del mapamundi.
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